“En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: – «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado”.  Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio. ” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»”

Hay quien no quiere enterarse y, aunque le demos mil razones, incluso le “bailemos”, siempre encontrará algún motivo para no enterarse, o no quererse enterar. Son personas que lo miran todo desde su criterio … el resto no existe. Sólo escuchan lo que quieren oír y lo juzgan todo desde su opinión.

Esos personajes pueden no ser beligerantes, no atacan directamente a la Iglesia e incluso muestran una especie de interés, pero son incapaces de escuchar una palabra que no sea la suya.

Lo cierto es que hay gente que no quiere creer. Escudados en su propia y absurda “ortodoxia” rechazan la verdad. Pero si no quieren creer, ya creerán o morirán encerrados en sí mismos. Tienen todo lo necesario para volver a la fe auténtica.

Por ello, es mucho menos cansado y más gratificante encontrarse con un buen ateo o un gran ignorante, pues al menos muestran interés.

Sí, hay gente que no quiere creer. A ellos los encomendamos a nuestra Madre la Virgen, porque Ella llama a los corazones … y tal vez algún día abran sus puertas a Dios.