“Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: – «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: – «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.» Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista”.

Esa promesa del Señor de renovarlo todo es algo que se cumplirá … algún día, pero que de momento (da la impresión) hemos de sufrir amargamente.

¡Nada más lejos de la realidad! Si Cristo sólo fuese un consuelo futuro podríamos acordarnos de Él tan solo  a la hora de la muerte. Pero el Espíritu Santo actúa, ¡y lo hace ahora! Lo que ocurre es que a veces tratamos a Dios según nuestros esquemas, y no según su Voluntad.

Como aquellos sacerdotes y fariseos en el Calvario, le decimos una y otra vez “Si eres el Hijo del Dios baja de la cruz”, y esperamos una respuesta distinta a la ver morir a Jesús en el  Gólgota.

Somos incapaces de reconocer a Dios en nuestra vida. Dios construye poniendo los cimientos en la cruz. No es un momento de “silencio de Dios”, pues sobran las palabras y la realidad lo dice todo. Podríamos decir que Cristo en la cruz ha “absorbido” todo el pecado y el mal del mundo y lo ha renovado todo.

Los que simplemente miraban a un condenado, no se enteraron de nada. Muchas veces no somos capaces de verlo, pero es una realidad que hay un antes y un después de Jesucristo en su paso por la tierra.

¿Pensamos que Dios nos abandona por que las cosas no vayan según queremos? Puede ser que sigamos con angustia a causa del “coronavirus”, que no encontremos trabajo, que los enfermos no se curen, que la Navidad sea lo más contrario a unas ¡felices fiestas! … pero hemos de rezar, confíar en el amor de Dios y no perder nunca  la paz ni la alegría.