Hoy cantamos el magnificat, para que veamos el triunfo asombroso de quien se denomina así misma “la esclava del Señor”.

Los importantes de verdad, los que ama Dios, no son los poderosos de este mundo, los dominantes, los que sojuzgan al silencio a quienes no quieren ser de los suyos … El importante es el sencillo y humilde de corazón, y por eso cantamos la grandeza de Dios. Y es Él quien hace obras grandes con gente tan sencilla y pequeña como María. De esta manera, Dios sigue abajando a los que se creen poderosos … Todo parece haberse puesto patas arriba.

Por eso, la Virgen nos enseña a orar. Rezar, por tanto, se nos hace fácil, algo “obvio”, y siempre a la medida de nosotros. Así, San Pablo nos dirá: “debemos dar gracias a Dios en todo, pues tal es su voluntad, en Jesucristo, para nosotros”.

Somos, por tanto, Esclavos del Señor; pero él es un Dios de misericordia y de gracia. Él nos da su fuerza y su grandeza, pues nos regala con su Espíritu. Ese que habla a María y le pide, le suplica, y espera su consentimiento … Llegado el momento el ángel Gabriel bajará a visitar a su esclava … la mayor de las criaturas.

No podemos olvidar que dar gracias a Dios, como la Virgen, es buscar siempre su voluntad … hasta que digamos: “Hágase en mí según tu Palabra”.