“La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”. “Le hablan de ella” ¿Necesitaba Jesús que le dijeran que la suegra de Pedro tenía fiebre? Por supuesto que no. Sin embargo, Jesús quiere contar con la mediación de otros para curarla. No es la petición lo que la cura sino la acción de Cristo, pero quiere hacerles partícipes a quienes interceden por ella del poder sanador de Jesús. “Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta”.

Entre los milagros de Jesús tienen un lugar especial las curaciones de enfermos. La solicitud por los enfermos estaba en el corazón de Cristo. El Papa Francisco, nos recuerda cómo Cristo “se presenta públicamente como uno que lucha contra la enfermedad y que ha venido para curar al hombre de todo mal: el mal del espíritu y el mal del cuerpo (…). Jesús nunca huyó de sus cuidados. Nunca pasó de largo, nunca volvió la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre, o incluso gente amiga lo llevaban delante de un enfermo para que lo tocase y lo sanase, no dejaba de hacerlo” (Audiencia 10-junio-2015). Hoy Jesús quiere seguir sanando y llevando consuelo y esperanza a cuantos padecen todo tipo de enfermedad y para ello cuenta con nosotros, con que no pasemos de largo y hagamos de buen samaritano. En la misma Audiencia el Papa Francisco nos recordaba que “Jesús envía a sus discípulos a cumplir su propia obra y les dona el poder de sanar, es decir, de acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el fondo”.

Particularmente en este tiempo de pandemia, no podemos desentendernos de los enfermos. Hemos de preguntarnos cada uno si no es a mí a quien están esperando. Nos jugamos mucho cada uno y la sociedad misma. “La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana. A su vez, la sociedad no puede aceptar a los que sufren y sostenerlos en su dolencia si los individuos mismos no son capaces de hacerlo y, en fin, el individuo no puede aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar personalmente en el sufrimiento un sentido, un camino de purificación y maduración, un camino de esperanza” (Benedicto XVI, Encíclica “spes salvi” n. 38).

El próximo jueves, 11 de febrero, se celebrará Jornada Mundial del Enfermo en toda la Iglesia. Estas jornadas son “una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos” (Mensaje del Papa Francisco para la XXV Jornada Mundial del Enfermo).

Le pedimos a Nuestra Señora de Lourdes, Salud de los enfermos, que sostenga a los enfermos y haga de cada uno buenos samaritanos.0101