“Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seas como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: ‘Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno’. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas” … Cada día conocemos a más gente que ha olvidado el Padrenuestro por haber dejado años de rezarlo. también a gente buena que deja de rezar un día y otro, y otro más. Por tanto, hemos de procurar ir a Misa, por ejemplo, pero no lo tomemos como un mero “cumplimiento”, ya que dejar de rezar es fácil para el que sólo cumple.

Uno de los mejores sitios para rezar es estar delante del Sagrario (aunque ahora, a causa de la pandemia, haya que hacerlo delante de la pantalla). Saber con quién estamos es fundamental. Cuando nos ponemos a hacer oración deberíamos olvidarnos de lo que nosotros vamos a hacer y ponernos disponibles para que Dios haga en nosotros

Se trata de ponernos en su presencia y dejar que nos sorprenda. Seguramente durante un tiempo (un día, una semana, un mes, quince años) será muy árido y tendremos que poner esfuerzo y fidelidad. Pero Dios nos sorprenderá en algún momento, y encontraremos el gozo y la paz por todo el esfuerzo invertido.

La Virgen gustó de Dios en sus brazos, y así hemos de hacer nosotros. Quizás habremos de empezar a decir: “Padrenuestro …”. Y saborearemos de tan buen Padre.