La Cuaresma nos llama a cambiar nuestra mentalidad, a una renovación continua de nuestra manera de pensar y a profundizar en nuestra adhesión a Cristo. Conocemos ese momento en que los hijos del Zebedeo, Juan y Santiago -con la mediación de la madre- piden unos puestos de honor al lado de Jesús. No podemos dudar del afecto que los dos hermanos sienten por Jesús. También nos impresiona la certeza que tienen en que Jesús va a triunfar, y por ello piden cargos de importancia. Pero ellos entonces, y nosotros ahora, han de comprender mejor el camino de Jesús: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”.

El encontrarnos este texto en el camino de la Cuaresma nos invita a pensar en que, cada vez que nos acercamos a Jesús para pedirle algo (que nos puede parecer muy urgente y necesario, y además serlo), Él nos invita a contemplar el misterio de la Cruz. Allí se ha entregado por nosotros. Como señala san Pablo en algún momento, Dios Padre no se reservó al Hijo, sino que lo entregó por nosotros. Así, como dudar de que nos quiere dar todo con Él.

Jesús, invita a los dos discípulos a unirse a su obra salvadora. A mí este evangelio me ayuda a descubrir este aspecto de la oración. Cada vez, y son tantas, que le pido algo a Jesús no debo dejar de mirar lo que ya ha hecho por mí: ha dado su vida. Al mismo tiempo no puede dejar de pensar (también en esa situación concreta que quizás me inquieta o angustia), cómo puedo unirme a Él más profundamente con esa actitud de servicio que contribuye a la salvación del mundo.

Hablando de san José nos ha dicho el Papa: “La felicidad de José no está en la lógica del autosacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a os que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio”.

Contemplamos la humildad del santo Patriarca, puesto al frente de la familia de Nazaret y al mismo tiempo servidor fiel de la Virgen y del Niño. En este mes de marzo le pedimos que nos ayude a comprender la importancia del servicio que nos ayuda a estar más cerca de Jesús y nos conduce hacia la verdadera felicidad.