Existe siempre una íntima relación entre la primera lectura y el Evangelio, relación que hace patente la continuidad en la historia de la Salvación, continuidad expresada como testimonio, como declaración pública, pues aquello que se prometía en el Antiguo Testamento, se cumple, punto por punto, en la historia de Jesús, en sus hechos y en sus palabras.

Hoy en la primera lectura, vemos como Dios manda a Moisés que vuelva con el Pueblo porque este se ha desviado. Unos días sin su líder, unos días sin Moisés y ya se han fabricado unos ídolos a su medida. Sin embargo Moisés sigue confiando en Dios y sigue confiando en el Pueblo, puesto que sale en su defensa, no aprueba lo que hacen mal, pero si confía en enmendarlos, y que, de esa manera, la fuerza de Dios, el poder de Dios se manifieste a todos los pueblos de la tierra, se revele el verdadero rostro del Libertador de Israel.

Por eso, el reproche de Jesús a los escribas y fariseos que acabamos de escuchar suena terrible, especialmente porque establece como a acusador a Moisés, es decir, aquel que había protegido y confiado en el Pueblo aunque en repetidas ocasiones durante la travesía del desierto se había enfrentado y quejado y murmurado del plan de Dios y de su liderazgo, es quien hoy se enfrenta con los enemigos de Jesús, con sus perseguidores. Para un judío cumplidor, y los fariseos y escribas, se tenían por tales, esta acusación es terrible. Tal vez para ponerlo en contexto y verlo con más claridad podríamos pensar en nuestros santos favoritos, nuestros santos de cabecera, en mi caso san Francisco Javier y san Agustín, y que Jesús me dijera que ellos serían testigos de mi traición, de mi pecado. Me ha dado un escalofrío sólo de escribirlo, tal vez porque en un tribunal de estas características, necesitaría, y mucho de la misericordia de Dios, porque no estoy ni a la altura del betún.

Pero ¿por qué es tan duro Jesús con ellos? Pues el mismo texto nos responde como quien no quiere la cosa: «os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros». A veces al encontrar estas frases en el Evangelio mi oración se reduce a decir: – Señor, que cuando llegue el juicio, no puedas decir esto de mi -. Jesús no transige con la falta de amor, no transige con el odio ni con la falsedad, y su no transigir es también una muestra inequívoca de su amor.

Un cierto buenismo que roza la estupidez se nos ha colado hoy en nuestras conversaciones y planteamientos religiosos, y escudándose en el respeto y en la libertad pues parece que corregir, enseñar al que no sabe, hacer de espejo ante las conductas de los que amamos, es poco menos que una imposición maliciosa. Todo lo contrario, la corrección cuando viene del amor es la muestra suprema de este junto con el sacrificio y la entrega. Esto no justifica imposiciones dictatoriales, ni abusos de confianza, ni manipulaciones egoístas, en esas actitudes falta lo fundamental, el amor, y por eso son reprendidos los judíos. Y si caemos en uno, o en el otro extremo, estaremos faltando al amor, nos alejaremos de Cristo. Señor que esta cuaresma nos permita limpiar nuestros corazones y reorganizar nuestra vida de tal forma que no sólo nadie pueda dar testimonio contra nosotros, sino todo lo contrario, que podamos dar testimonio de Ti hasta los confines de la tierra.