Corría el año 1993, anteayer como quien dice, cuando se presentó en el aula magna del Seminario de Madrid la encíclica de Juan Pablo II Veritatis Splendor. Fue una estupenda presentación a cargo de un Obispo y, no como nuestros políticos, admitía preguntas al final. En aquella época las preguntas se hacían cara a cara, no detrás de un nombre falso por internet. Un sacerdote que entonces me parecía a mi muy mayor, pero debía ser de media edad, intervino diciendo: “Mira que se da la lata con la verdad, ¿no hubiera sido mejor escribir una encíclica sobre el esplendor de la caridad?” A lo que el Obispo, sin inmutarse, contestó que no había mayor falta de caridad que faltar a la verdad. No hubo más preguntas de ese estilo.

«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo”.

Ya podría yo usar los argumentos que quiera, ser muy convincente y persuasivo, usar palabras preciosas o amenazantes, si yo no predico la verdad estoy faltando a la caridad, por mucho que le guste a mi oyente lo que le digo. Permanecer en la Palabra de Jesús no es acomodarse a los aplausos del mundo, ni ceder a la voz de los lobbies de presión, ni tan siquiera querer ser simpáticos para que se acerquen a mi. Conseguiré un montón de amigos, tal vez, pero muy pocos amigos de Jesús. Ya puedo ser monaguillo de la Almunia de Doña Godina o Papa del Palmar, no puedo cambiar la verdad por una falsa caridad, pues entonces haré esclavos del pecado en vez de hijos libres de Dios…, y para ser libres nos liberó Cristo.

Ya pueden ponerse doscientos teólogos y mil curas a predicar mentiras, no consiguen que la mentira sea verdad. Me gustaría saber cuántas horas de confesionario hay detrás de tantos pronunciamientos. Algunos quieren escribir un libro sobre la Pasión de Cristo desde el Jacuzzi.

«Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo»

Mira la cruz, no apartes tu mirada y tu corazón de ella, ahí está la Verdad, has sido comprado a gran precio y “no deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os despedacen.”

Madre del cielo, madre de la Verdad encarnada, ayúdanos a ser verdaderamente libres.