Antes era mucho más fácil excusarse de no ir a algún sitio: “No lo he encontrado” “Me equivoqué de hora” “No había nadie cuando llegué”. Ahora que estamos geolocalizados, conmutados, conectados y wasapeados. No hay manera de escaparse. “Te mando mi localización” y el teléfono te lleva a donde no quiere sir, pero no puedes poner excusas. A veces he tenido que ir a sitios donde sabes que no lo vas a pasar bien y sólo piensas que el Google ese se vuelva más tonto aún y te lleve a otro lugar…, pero en esos casos siempre acierta el desgraciado.

«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?» Lo más lógico era suponer que no iría. Nadie entra en la boca del león a posta y más si te estás jugando la vida. El peligro era real e inminente: “Conviene que muera un hombre por el pueblo” Nadie se hubiera extrañado que Jesús no subiese a la fiesta en ese año, pero mañana contemplaremos la borriquilla con el Divino Redentor en su lomo. ¿Un loco? Si, loco de amor por ti y por mi, por cumplir la voluntad de su Padre y traernos, con su pasión y muerte, la salvación.

Preparémonos para recibirle. No sea que Él venga a la fiesta y nosotros estemos en otro sitio. Haz hoy el propósito firme, con determinada determinación, de que esto sean unos días santos. Muchas veces en vacaciones digo a los penitentes que hay tiempo para todo, ahora sólo debería haber tiempo para Dios y servir como Él vino a servir. No nos distraigamos, vendrá a la fiesta y nosotros queremos estar a su lado hasta el pie de la Cruz. Allí estará María, siempre cerca, siempre fuerte, no te separes de ella tampoco.