Fiesta de San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia. (Lecturas propias 1 Cor 2, 1-10. Sal 118. Mt 5, 13-16)

Los científicos que analizan la Sábana Santa intentan explicar la impresión de la imagen en el lienzo como un fogonazo intensísimo de luz, de apenas un instante. Conmociona ese relato para quienes creemos que ese lienzo envolvió el cuerpo muerto del Salvador y fue el privilegiado testigo primero de la resurrección. Aclaro, por si acaso, que la Síndone de Turín no forma ni formará parte de la fe de la Iglesia (del dogma). La ciencia muestra los muchos misterios que envuelven a la Sábana Santa y exigen agudizar el ingenio a los profesionales que la estudian. La imponente imagen impresa y la suma de explicaciones que se proponen hasta la fecha la convierten, en boca de Benedicto XVI, en un “icono del evangelio”.

Cristo es la Luz, y con plenitud de luz resucitó. No podía ser de otro modo.

Él ya estaba desde el principio de la Creación: «Fiat lux».

Ha venido a disipar las tinieblas y la oscuridad en los corazones de los hombres tentados y caídos. Utiliza para ello el poder de su palabra, de su llamada constante a la puerta de cada corazón para que arda en su interior el fuego del amor divino con la leña que echa Cristo: la veracidad, la credibilidad, la magnanimidad, la belleza, la caridad… una vida llena de sentido, plena, rebosante. ¡Una vida a lo divino, sobrenatural!

Igual que Jesús, que pasó por este mundo explicando las intimidades de Dios mediante ejemplos, parábolas y discursos, la Iglesia ha recibido esa tarea de hacerse eco de quien es la Voz. Él, sus obras y sus palabras, son la luz del mundo y quiere usarnos a nosotros como instrumentos para llegar a todos: somos los cables por los que pasa la gracia que llena de luz no sólo nuestro corazón, sino a todas las personas que tengamos alrededor.

Somos teóforos, portadores de Dios: somos la luz del mundo. Se lo dice el Maestro a sus discípulos. San Pablo afirma: “vuestra fe se apoye en el poder de Dios”. Es el gran protagonista y al que debemos todo honor y gloria. Pero como una obra de misericordia a la que uno no se acostumbra, ha querido poner su confianza en cada uno de nosotros. Tarea grande, impresionante, de grandísima responsabilidad para cada uno de nosotros.

Para ser buen cobre que transmita la electricidad, hemos de mantener la calidad del material y estar unidos siempre a la fuente. La Palabra de Dios es esa fuente: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. Ojalá tengamos ansia de un estudio profundo de la Palabra de Dios.

Celebramos hoy a San Isidoro de Sevilla, uno de esos personajes hispanos a los que el Espíritu dio unas grandes entendeder y unas grandes explicaderas. Entendederas para que su oración le hiciera conocer las intimidades divinas reveladas en el texto santo, de modo que se convirtió en íntimo del Señor; y explicaderas para alimentar la fe pequeña del pueblo de Dios, al que ansiaba alimentar con esa fuente de su oración personal.

¡Luz de Cristo resucitado, que iluminemos este oscuro mundo con tu Palabra!