Segunda fiesta en poco más de un mes dedicada al patrono de la Iglesia universal, San José. Esta vez, como ejemplo de trabajador.
Después de redactar algunas ideas, me he dado cuenta que no se puede decir mejor que lo ha hecho el papa en la carta Patris Corde, con la que ha convocado este año dedicado a San José. De verdad que no es un ataque de pereza mío: es que el texto me parece precioso.
(Punto 6: Padre trabajador)
“Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la Rerum novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.
En nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles alarmantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar.
El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?
La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie sea excluido. La obra de san José nos recuerda que el mismo Dios hecho hombre no desdeñó el trabajo. La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un reclamo para revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!”
Buenas noches Señor.. Quiero pedirte tantas cosas, mi lucha por volver a la normalidad . Pero quiero ser paciente Señor, estoy en Tus manos y con tu Amor y ternura, todo dolor se vuelve Esperanza, jamas Te separes de mi, necesito tu Amor tanto como respirar
Querido hermano.
Dios ha puesto en tu corazón y en el mío unos deseos profundos de felicidad, un deseo profundo de vida, de querer vivir. Abrázate a Cristo y descubre al Padre.
Reza el Santo Rosario cada día conmigo, y dediquemos a la Virgen Maria unos treinta minutos para estar con ella que es nuestra madre, del Cielo. Pidamos por los que tienen a enfermos en sus casas, y por ellos que los cuidan, Por los colegios de Personas discapacitadas, para que sus cuidadores sean responsables. Por la Paz del Mundo.
Vuestro hermano en la fe: José Manuel.
josemanuelgarciapolo@gmail.com
Es que somos imagen y semejanza de Dios; Dios es Amor y el amor nos une a Dios y a los hermanos. Busquemos amar cada vez más a Jesús, hemos de relacionarnos con Él en la oración, en su Palabra, en los Sacramentos, en nuestras actitudes; así permaneceremos con Él y en Él, con el Padre.
Tantas personas que la pandemia se ha llevado. Enumerando, la lista se hace enorme; tantas personas… El dolor de ellos; no digo abandonados, porque no es correcta esa expresión; pero sí muchos de ellos solos, sin poderse despedir de la familia; el dolor de las familias, sin poder atender hasta el último instante a sus seres queridos. ¡Cuánto dolor!
Por eso me parece tan providencial estas palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, son tan maravillosas, dice el Señor: “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas, y yo me he ido para prepararos un sitio: os lo prometo, si no fuera así, ¿os lo habría dicho? No os estoy engañando. Vendré a buscaros para que estemos juntos para siempre”. ¡Qué palabras tan bellas, tan esperanzadoras: cómo confortan nuestro corazón ante la despedida de las personas que queremos, y si llegara la hora, ante nuestro último adiós en esta tierra.
Pero ¿qué argumentos da Jesús?, dice: “Creed en Dios y creed también en mí”. Esta pidiendo confianza, no está pidiendo solamente un acto de fe, está pidiendo confianza, abandono en Él. ¿Qué motivos tenemos para creer en Dios? Basta abrir los ojos. No es posible, no lo concibo, no me cabe en la cabeza; el ateísmo. No lo concibo, eso para mí es imposible de entender, imposible, me parece tan irracional, tan anticientífico; el ateísmo: tan ilógico, tan absurdo; no me cabe en la cabeza, simplemente, no lo puedo entender. No es que yo sea tonto, confío en que no lo sea; tengo tres carreras universitarias, una de ellas, soy licenciado en biología y especializado en ingeniería genética. Por eso, precisamente, a mí no me cabe en la cabeza alguien que sea ateo, pero ¿cómo puede ser si basta abrir los ojos, si basta ver la naturaleza?, ¿cómo puede alguien, de verdad, pensar que todo esto es fruto de la casualidad? Si son ateos, repito habrá excepciones, pero la mayoría de los que yo conozco, es porque han hecho un prejuicio, una opción previa.
“Creed en Dios” dice Jesús, y aporta las pruebas: la naturaleza. Esa fue la gran prueba que convenció a los hombres desde su origen para tener fe en la divinidad, la llamarían de muchas maneras: Dios, dioses…, lo que quieras, pero creían que había alguien que había creado todas estas maravillas.
Luego, dice: “Creed también en mí” y ¿qué pruebas aporta Jesús? Dios supone la prueba de lo creado, de la creación; ¿qué pruebas aporta Jesús para que yo crea en Él? Su nacimiento, su enseñanza, su muerte…; qué tipo de muerte!, pidiendo a Dios que perdone a esos asesinos y, sobre todo, su resurrección.
Te invito a que reces el Santo Rosario conmigo, con tu grupo o en familia. Y juntos pidáis por la fe que no se ve, pero se siente; por las personas que cada día cuando se levantan, dan gracias a Dios por ese día nuevo que comienza; por la Paz del Mundo.
Vuestro hermano en la fe: José Manuel
josemanuelgarciapolo@gmail.co
“… el hijo del carpintero…”
“… muéstranos al Padre …”
“… yo estoy en el Padre, y el Padre en mí…”
“… llenos de alegría y de Espíritu Santo…”
“… Señor de vivos y muertos…”
“… alegrías eternas…”
Mayo es el mes de las flores a María
Jesus, María y José, rogad por nosotros
Entrevista a Mons.Gánswein, Secretario del Papa Benedicto XVI . Sobre su estado de salud. Nos dice, que está débil, pero Su cabeza, en perfectas condiciones, a sus 94 año.
Él promovió el diálogo y la Reconciliación. Es un gran intelectual y deja un gran legado para le Iglesia