SÁBADO VI SEMANA DE PASCUA. SAN ISIDRO LABRADOR

San Juan 16, 23b-28

Nos encontramos con Apolo. Este personaje es el que san Pablo se refiere a en la carta a los Corintios. Se nos habla de varias facciones en la comunidad cristiana de Corinto, de los seguidores de Pablo, de los de Apolo…

Era una persona ilustrada procedente de Alejandría, famosa por su escuela filosófica. Apolo era un entusiasta que triunfaba cuando hablaba. Seguramente la gente le escuchaba con gusto y debía ser brillante en sus exposiciones. Sion embargo, Apolo no conocía perfectamente el camino del Señor, pero que cuanto sabía lo explicaba con exactitud. Estamos ante un hombre que sabe cosas, pero que no conoce todo. Aquila y Priscila lo tomarán por su cuenta y le acabarán de explicar el camino de Jesús. No lo rechazan, ni sienten envidia. Por el contrario, ven en él una persona que puede servir a la Iglesia y le ayudan a completar su formación.

Después, Apolo desarrollará una importante labor apostólica que, señala Lucas, fue posible “con la ayuda de la gracia” … Dios se vale de nuestras cualidades naturales y nosotros hemos de aprender a reconocerlas en los demás. Lo importante es poner todos nuestros dones al servicio de Dios. Con nuestras solas fuerzas no conseguiríamos nada. Es Dios quien ha de fecundar todas nuestras acciones.

Hemos de aprender de San Isidro Labrador de poner el uso de la razón al servicio de la fe. En la Virgen, por ejemplo, todos sus dones naturales alcanzaron su perfección cuando se hizo “esclava del Señor”. De Él todo lo hemos recibido. Dios hace que nuestros dones brillen con mayor intensidad.