En ocasiones me preguntan si no me aburro en la nueva parroquia, es mucho más pequeña, en tamaño y en número de personas, que la anterior. Es verdad que hay momentos de tranquilidad, pero también puede ser como este fin de semana: dos tantas de primeras Comuniones, Confirmaciones, cuatro Misas con dos mini procesiones, ensayos, confesiones, ir al tanatorio a rezar por Carlitos al que atropelló mortalmente un coche (así rezáis por el), paellada por el Corpus y, de noche -como no ha llovido-, a regar el huerto y sacar a los perros. Con buscar unos ratillos para rezar no te queda mucho tiempo para aburrirte, no. Pero lo importante no es hacer muchas o pocas cosas, dormir más o menos, lo importante es cada persona con la que te encuentras o llevas en el corazón y poder decir: ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios!
Hay que tener los ojos y el corazón muy cerrados para no darnos cuenta que cada día nos encontramos con pobres, personas que lloran, que sufren injusticias, algunos con el corazón negro como la noche y otros de corazón limpio y generoso, momentos en que vivir la misericordia y de poner paz en tu alma y en la de otros. Si uno se deja llevar sólo por su ánimo pasarás de la alegría, más o menos eterna y fingida, a la tristeza, al cansancio o al desánimo y la tentación de encerrarte en ti mismo siempre estará presente. Pero si, como vamos a ir haciendo esta semana, ponemos nuestra vida y la vida de cada persona con la que nos encontramos, dentro de la llaga abierta del Corazón de Jesús, entonces en cualquier situación encuentras la huella de Dios y, como Él vence, encuentras la alegría y puedes decir: «Gustad y ved que bueno es el Señor, dichos el que se acoge a él».
Y ¿cómo se hace eso? Lo iremos viendo, pero lo primero es no pensar que Dios quiere que nos pasen cosas malas «para probarnos», pero cuando ocurren cosas negativas Dios derrama su gracia de una manera especial y arregla nuestros desarreglos.
María al pie De la Cruz no se quedaba resignada pensando «Es la voluntad de Dios». María sufría y lloraba pero contemplaba como Dios triunfa sobre el pecado de todos los hombres, de nuestros pecados. Y así, en medio del dolor, Dios triunfa.
Que alegría volver a ver sus comentarios.
Bienaventurados los que explican la Palabra desde la vida, porque gracias a ellos Ésta hace una entrada más profunda en el interior, y es como la semilla que cae en tierra buena.
Queridos Hermanos:
En la vida no podemos disimular la cruz, no podemos ahogarla con cosas, adicciones; pues el corazón termina por enfermar. Pero en el dolor y limitación humana, descubrimos el consuelo de Jesús.
Esta bienaventuranza nos anima a compartir el sufrimiento ajeno y dejar de huir de las situaciones dolorosas. Así encontraremos que la vida tiene sentido; socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás. Quienes están a nuestro lado, sufriendo, son parte de nuestra vida; no tenemos que tener el acercarnos hasta tocar sus heridas.
Pablo nos dice: «Llorad con los que lloran». Saber llorar con los demás es santidad, es vivir en la clave del amor, es parecernos a Dios.
La Eucaristía nos compromete en el aquí y en el ahora y nos abre al más allá.
Virgen Santísima purifica nuestros labios y nuestros corazones para rezar dignamente tu Santísimo Rosario cada día. Te pido Por la Paz en el Mundo.
Tu hermano en la fe: José Manuel
Edificante el comentario del Comentarista 1. También me alegra que se haya incorporado. Siempre es un placer leerlo y me hace mucho bien espiritualmente, porque tiene los pies en la tierra.
Dios nos ama