Ya está casi preparado el campamento de niños para el verano, con todas las medidas de seguridad posibles y alguna más. Hechos los grupos, organizados los monitores, todavía queda el reunirse con la enfermera y tratar el tema de las alergias y las intolerancias alimenticias para coordinar el menú. Tenemos intolerantes a la lactosa, celiacos, al kiwi, a las verduras de temporada, al pescado fresco y al congelado, a los anacardos, al huevo y al marisco (ese no tendrá problemas). Ahora somos intolerantes o alérgicos, hace unos años era que no te gustaba y punto. También nos ponemos muy serios con el tema de teléfonos móviles, Tablet y demás cacharros electrónicos, no queremos que en vez de jugar entre ellos o mirar un atardecer estén mirando un tik-tok de esos…, y hay padres que se resisten “para seguir conectados a sus hijos”.

“Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”. La sal sosa es un estorbo, ocupa espacio, no hace nada y en todo caso te engaña cuando piensas que estás condimentado algo. No sé por qué en algunos ambientes eclesiales se ha generado una especie de intolerancia a Jesucristo. He leído documentos y manifiestos donde no se nombra a Dios, ni a Jesucristo, ni al Espíritu Santo, donde no se da una cita bíblica e incluso empieza a aparecer el lenguaje inclusivo. Un montón de palabras sosas y sin sabor, perfectamente prescindibles y terriblemente vacías, pues les falta la Palabra de Vida: Jesucristo. Caerán muy bien esas palabras en el mundo, pero caerán al vacío. Y también descubro a veces que, como los niños miran las pantallas, estamos perdiendo la capacidad de mirar al cielo. Hablamos de estudios sociológicos, de análisis de la “realidad” (lo pongo entre comillas porque muchas veces es gente que vive en su realidad, pero no han pisado la calle hace años), damos soluciones, técnicas de Evangelización, recursos para no se sabe qué y todo suele terminar en una comisión, mesa, junta, congreso o panfleto al que le sigue la nada. Conozco una diócesis que va haciendo plan tras plan, pero nunca se hacen realidades concretas.

Bueno, que me he puesto un poco negativo. “Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.”  Y nuestra luz es Jesucristo, Dios de Dios, luz de luz. No nos cansemos de hablar de Jesucristo ( y de hablar con Jesucristo). Si pensamos que vamos a espantar a la gente piensa que es Él el único que atrae a las almas y enamora los corazones, nuestros panfletos incluso arden mal. “¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no es sí y no. Pues el Hijo de Dios, Jesucristo, que fue anunciado entre vosotros por mí, por Silvano y por Timoteo, no fue si y no, sino que en él solo hubo sí. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su sí en el.” Y miremos al cielo. No quedamos querer poner soluciones sin Dios. Ya habrá técnicos, y espero que muchos ejemplarmente cristianos, que busquen soluciones buenas y efectivas. Y los demás a rezar para que terminen tantos males que afectan al mundo. Menos congresos y más novenas.

Nuestra Madre del cielo sabrá dar ese toque salado a nuestra vida, esa luz que alumra toda oscuridad, a ella se lo pedimos.