Sabemos bien que el Padrenuestro es la oración perfecta y que profundizar en ella nos llevaría, literalmente, toda nuestra existencia. Por eso hay que elegir con qué nos quedamos para meditar hoy, aunque, si a ti, al rezarlo, el Espíritu te sugiere otra cosa, sigue por ese derrotero. Vamos a meditar un poco sobre la tentación, porque, lejos de ser algo meramente negativo, pueden llegar a ser una fuente de crecimiento espiritual maravillosa.

Porque las tentaciones, con todos los obstáculos en la vida, son oportunidades. Si lo piensas, cada vez que el demonio o tu propia debilidad te invitan a faltar al amor de Dios, a decirle ‘no’, también tienes la oportunidad de darle la vuelta a la tortilla y decirle ‘sí’. No podemos pensar que, aparecida la tentación, la caída es una realidad (hay gente que, por desgracia, cree haber pecado porque se le ocurre cualquier cosa sin darse cuenta de que el pecado llega cuando se acepta tal o cual pensamiento). Tampoco podemos pensar que la tentación es inevitable, pues, con perseverancia, firmeza y lucha, incluso el demonio se puede cansar de atacar siempre por el mismo lado (una vez escuché una frase que me gustó mucho: el demonio es pecador y, por tanto, también puede tender a la pereza). Tampoco podemos entrar a negociar con ella y luchar como si fuéramos más listos que el diablo. ¡No! Ni somos más listos ni más fuertes que él. Por contra, tenemos a Alguien junto a nosotros que, sí, es infinitamente más fuerte que Satanás o que la fuerza de nuestra debilidad: Dios. Es por eso que, ante la tentación, hemos de hacer caso a lo que nos dice esta oración dominical y buscar los brazos de ese Padre nuestro. Pedirle que no caigamos en la tentación. Si hacemos esto, si nos entregamos a la oración cuando somos tentados, veremos cómo vencemos. ¡Ah! Y nunca olvidemos a la Virgen o a los santos a los que tengamos devoción y que son nuestros patronos particulares, además del ángel de la guarda.

Como decíamos antes, la tentación es un debate entre un ‘sí’ a Dios y un ‘no’ al mal, en el que las medias tintas son un ‘no’. Por eso tenemos que entrenarnos para resistir esos combates. Al final, cuando descuidamos nuestra vida cristiana, si no nos educamos en los ‘síes’ al Señor, ¿cómo vamos a pronunciar ese ‘Padre nuestro’ cuando las cosas se empiecen a tambalear? Por eso, si estás en una época de mayor tranquilidad en tu vida, si las cosas marchan con velocidad de crucero, tampoco te puedes relajar, antes bien dar gracias a Dios por ello, hacer experiencia de cómo el Señor te protege y entrenarte para cuando tenga que llegar la hora de la cruz, que llegará como nos llega a todos. Es el sentido de la ascesis cristiana, un entrenamiento para resistir los embistes del Maligno.

Haz un propósito de lucha y de ‘sí’ al Señor, alimenta tu día con actos de fe y confianza en el Señor y adelante, siempre recordando, con san Pablo, que, si Dios está con nosotros, quién contra nosotros?