MIÉRCOLES 21 de julio de 2021
Miércoles de la Semana 16 del Tiempo Ordinario Ciclo B
El rompecabezas de Jesús
Para una sana espiritualidad cristina, los exámenes de conciencia que sólo ayudan a examinar los actos, lo que hacemos, son no sólo insuficientes, sino que pueden dar pie a una espiritualidad superficial, voluntarista, y sobre todo, moralista.
Jesús sólo nos propone en el evangelio un prototipo de examen que habla de lo que hacemos o no hacemos, cuando nos dice que en el examen de la vida nos preguntará solemnemente si le dimos de comer, o de beber, o le vestimos o le acogimos. pero en realidad va más allá, porque más allá de como lo hagamos en quien tiene necesidad de todas estas cosas, se trata de reconocerle a él, servirle a él, postrarnos ante él. Ya no es sólo cuestión de hacer, sino de ser, de ser suyos, de ser con Él, de ser para Él.
Lo mismo ocurre con la parábola del Evangelio de hoy: Jesús nos propone otro tipo de examen que también consiste en como nos las arreglamos con Él, ya que, si el Padre es el Sembrador, Él es la Palabra sembrada, Él es la semilla, y nosotros somos el terreno donde cae esta semilla.
No nos interroga tanto por lo que hagamos, sino por como lo veamos: ¿Cómo el gran tesoro por el que merece la pena vender todo lo que tenemos? Por como lo valoremos, por como nos dispongamos en nuestra vida, no en un segundo aislado, sino a lo largo de toda la vida, con sus vaivenes incluidos, para acoger su Palabra, para acogerlo a Él a través de su palabra. Nos interroga sobre una disposición, la disposición a querer de verdad que su semilla arraigue en nuestra tierra, que su Palabra arraigue en nuestro corazón, para convertirlo en un corazón de carne, en lugar de un corazón de piedra.
Si cae el borde del camino, es que nosotros no nos ponemos “a tiro” para que ocupe el centro y el motor de nuestra vida. Si cae entre zarzas es que pretendemos engañarnos a nosotros mismos, eligiendo su reino sin renunciar a nuestros pequeños reinos de poder, de tener y de ser sin él con los que los paganos intentar saciar su deseo de felicidad insatisfecha. Y si no dejamos que el agua de la gracia riegue esta semilla, la ahogamos y no dejamos que de fruto ni en nosotros ni a nuestro alrededor.
De tal modo que, además de un examen que toca lo más hondo de nuestras entrañas, que entra al fondo del alma, donde anidan nuestros más profundos deseos y anhelos, esta parábola se convierte en un verdadero rompecabezas, el rompecabezas de Jesús. Porque nos permite “rompernos la cabeza” descubriendo los infinitos lados de un dado con el que podemos poner a prueba nuestro deseo de querer ser de verdad libres. Pues si a la Semilla le ponemos los distintos nombres de la vida en Cristo (humildad y servicialidad evangélicas, confianza plena en Dios, amor al prójimo, misericordia, amor a los enemigos, etc…), podemos ver si el terreno de lo que somos, fruto de lo que hemos sido, y preludio de los seremos si no elegimos con determinación lo que queremos ser, se encaminan o no a dar estos frutos. Todo un rompecabezas, pero un rompecabezas liberador. Merece la pena.
Querdido hermano
Hay quienes viven la fe de forma pesada, sin ningún atractivo; cumpliendo normas, pero sin saber realmente qué están celebrando y por qué. Otros están muy centrados en las preocupaciones de la vida, en llegar más lejos, en tener más, en conquistar metas humanas y a Dios le dan el último lugar si queda tiempo y si tenemos ganas. Otros acuden a la iglesia, pero con una tristeza interior por pérdidas, enfermedades o, sencillamente, porque no han conseguido ciertas metas a las que aspiraban. También hay otros que no permiten que la semilla de la Palabra se siembra en sus vidas y se da un rechazo explícito o se muestran indiferentes.
Rezamos cada día el Santo Rosario dedicado a la Virgen Maria del Carmen. Le pedimos por la Paz en el Mundo. Por los enfermos terminales que sufren y padecen, a causa de su enfermedad. Tu hermano en la fe: José Manuel.
Querido hermano
Tenemos que hacer que la Palabra de Dios llegue a muchos, pero tenemos que disponer el corazón de las personas para que puedan acogerla.
Estamos descubriendo, ciertamente, que la Palabra de Dios es una persona que nos habla, que nos guía, que nos cuida, que da fruto en nuestra vida. Alguno se preguntará, ¿qué frutos? Pues la capacidad de perdonar; la generosidad de desprendernos, incluso de lo necesario; el respeto hacia todos, incluso en las diferencias; el ser contemplativos de lo sencillo; el valorar los gestos gratuitos, un abrazo, una sonrisa; el vivir la vida con sentido de alegría, admiración y agradecimiento; el dejarnos sorprender por los reflejos del amor de Dios en las personas y en la naturaleza; el esforzarnos por ser útiles en la vida para quienes nos rodean; el no hacer a otros lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Desde luego, es una pasada.
Sé «tierra buena» para acoger cada día la Palabra de Dios y para dar fruto. Seguro que estás llamada, llamado, a ser bendición para quienes te rodean. Da fruto abundante, sé feliz.
Rezamos cada día el Santo Rosario dedicado a la Virgen Maria del Carmen. Le pedimos por la Paz en el Mundo. Por los enfermos terminales que sufren y padecen, a causa de su enfermedad.
Ya estamos en verano, algunos de vacaciones, otros esperando las vacaciones, y muchos sin poder vacacionar y viviendo en condiciones infrahumanas.
Jesús nos habla en parábolas, y nosotros, los que diariamente hacemos oración y participamos de la Eucaristía, nos preguntamos cómo llegar a otros y sembrar la semilla de Jesús en sus corazones, para que la mies sea abundante y florezca la justicia.
Yo, como madre, me planteo, especialmente, el apostolado familiar desde la unión con mi marido. Podemos con la entrega a los hijos abrirnos a otras familias y amistades, vecinos y conocidos. Podemos hacer una labor evangelizadora realmente fecunda solo por vivir, por intentar vivir, en presencia de Dios y con coherencia, en lo ordinario, en lo mas corriente, cuidando los detalles y poniendo el alma en lo que hacemos.
Nosotros, «consumidores» de sacramentos, saciados de la gracia, depositarios del legado de la fé de nuestros mayores, pueblo escogido… ¿mostramos a Cristo allí donde estamos?.
Pido cada día una conversión mas sincera, un dejarme mirar por Él, desde esa mirada suya, y permitirle que me cambie, para ser mas evangélica y construir su reino de paz. Me duele verme desierto, pedregal, zarza… cuando Él se hace pasto, vergel, huerto, fuente, luz,…, y se deja comer cada día.
Ay Padre, mi oración de la mañana a la que uno ahora la que cogí de la Parroquia : Conversación con Jesus…..sus siempre acertados consejos, me dejan una sensación de culpa, de todo lo que he fallado en mi vida, de no haber sabido evangelizar profundamente a mi descendencia . Ayúdame Dios Mio, Te lo suplico, Tu lo puedes todo