SÁBADO 24 de julio de 2021

Sábado de la Semana 16 del Tiempo Ordinario Ciclo B

Él trigo y la cizaña

Jesús con las parábolas nos explicó que el Reino de Dios es una realidad que viene sin dejarse sentir (Lc 17,20), es algo que está dentro de nosotros (Lc 17,21):

  • En principio, el Reino parece una cosa pequeña e insignificante, pero que por su gran potencialidad es capaz de crecer y de desarrollarse mucho más de lo que cabría esperar si solo nos dejáramos llevar por las apariencias.
  • Por eso, Jesús comparó el Reino con la semilla o con el grano que siembra el sembrador y que crece por sí solo (Mc 4,26‑29), es capaz de producir treinta, sesenta y hasta el ciento por uno (Mt 13,8.23).
  • Lo comparó también con el grano de mostaza y con la levadura, capaces, respectivamente, de convertirse en un árbol frondoso o de hacer fermentar toda la masa (Mt 13,31‑33; Mc 4,30‑32; Lc 13,18‑21).
  • El Reino es una realidad que está enterrada y oculta, como un tesoro, pero que algunos encuentran; y, al encontrarla, venden todo lo que tienen con tal de adquirirlo (Mt 13,44).
  • Es una realidad que algunos buscan, como busca un mercader de perlas finas una de gran valor, dispuesto a vender todo cuanto posee cuando la encuentre con tal de adquirirla (Mt 13,45‑46).
  • Se trata de una realidad que hay que aguardar estando en vela, con el aceite suficiente en las alcuzas, no vaya a ser que, cuando llegue el esposo, los que no tengan el aceite suficiente, se queden fuera (Mt 25,1‑13).
  • Es la herencia que Dios ha preparado para los que den de comer al hambriento, de beber al sediento, a los que vistan al desnudo, a los que visiten a los enfermos y a los que están en la cárcel, a los que dieron posada al peregrino, porque cuanto hicieron es como si se lo hubieran hecho al propio Jesús (Mt 25,31‑48).
  • En ese reino hay un propietario que llama a sus siervos a rendir cuentas (Mt 18,23) y también sale a contratar gente a cualquier hora del día (Mt 20,1 y ss) para, luego, al finalizar la jornada, pagar por igual a los que han soportado el peso del día como a los que tan solo estuvieron una hora (Mt 20,8‑15).
  • En ese reino hay un rey que celebra las bodas de su hijo y está dispuesto, a toda costa, a que la sala del banquete se llene de invitados (Mt 22,8‑9).
  • Y por último, es una realidad donde crecen juntos el trigo y la cizaña, sin que el amo del terreno quiera separarlos hasta el momento de la cosecha (Mt 13,24‑30.37‑43), o como esa red en la que entran toda clase de peces (Mt 13,47).

El Reino de Dios lo construye sólo él, pero de nosotros depende que sea mucha o poca la cizaña que tenga que apartar para hacerlo. Del mismo modo que todo lo que hagamos en la naturaleza deja una huella para siempre, y así estamos dejando el planeta que parece un vertedero, así todo lo que hagamos en la humanidad deja una huella en la humanidad. También toda la cizaña. Si hubiera menos cizaña, nuestro mundo se parecería más al Reino de Dios. Él no quiere esperar al final de los tiempos para separar el trigo de la cizaña. Él nos propone ya ayudarle: dar trigo (construir sobre el amor) y no cizaña (construir en el rencor), para que cuando venga tenga mucho que unir y levantar, y poco que separar y lamentar.