Pensamos que por insistir demasiado nos hacemos pesados. Pero, ¿podía aquella mujer que tenía una hija endemoniada dejar pasar de largo a Jesús sin hacer todo lo posible? Ciertamente no. Lo suyo es una prueba de fe y una enseñanza para todos nosotros que, fácilmente, desistimos en nuestras peticiones cuando no se cumple inmediatamente lo que deseamos. Por eso Jesús alaba la fe de aquella mujer. Una expresión del deseo es la fe. La fe de aquella mujer es realista. Sabe que no va a quedar con las manos vacías. Sabe de la bondad del Señor y por eso se acerca con absoluta confianza de lo que da prueba el diálogo que establece con Jesús.

No le contesta, por ejemplo, diciendo que ese no es modo de hablar a una mujer necesitada, ni le tienta insinuando que si no la cura es porque no tiene poder. Al contrario, ante las palabras del Señor, que podrían ser ofensivas a quien no conozca su corazón, la mujer comprende que se le va a conceder lo que desea. Porque Jesús en su comparación, la de los perros, está indicándole que está llamada a ser hija. Y ella lo acepta como don inmerecido y por eso se humilla aún más.

Hace poco leí que lo que verdaderamente nos humilla no son nuestros pecados sino el reconocer la abundancia de gracias que Dios nos concede. El darnos cuenta de que la generosidad de Dios siempre desborda lo que merecemos. Y eso nos hace darnos cuenta de que somos muy poca cosa pero que Dios nos ama.

La insistencia en las cosas buenas nace de un corazón magnánimo que no se arredra ante las dificultades sino que, conociendo el bien, lo desea ardientemente. En la primera lectura nos encontramos con una situación contraria. Quienes han explorado la Tierra Prometida ven su grandeza. Lo que Dios les da merece ser conquistado. Así piensa Caleb e insiste en apoderarse de ella. Pero hay otros que tienen miedo y comienzan a exagerar diciendo que han visto gigantes y, al mismo tiempo, desacreditan lo que han visto. Son pusilánimes.

Dios pone ante nosotros grandes metas. Sobre todo la de la santidad. A veces la vislumbramos, pero en seguida nos viene la tristeza porque pensamos en el esfuerzo que supone alcanzarla. Esa tristeza por los bienes espirituales los teólogos la denominan acedia. Entonces desistimos y nos quedamos tristes. Frente a ello está la insistencia de la mujer cananea. No se fía de sus propias fuerzas, pero sí del poder de Jesús. Ella hace todo lo que está de su mano y por ello insiste. Insistir tiene muchos sentidos. Aquí se refiere a la oración, pero en sentido más amplio podemos referirlo sobre todo a no desfallecer en la fe. Y por la fe podemos perseverar no sólo en la oración sino también en la práctica de las obras de misericordia, en la lucha ascética, en la búsqueda de la santidad.

El hecho de que los Apóstoles le pidan al Señor que atienda a la mujer que grita también podemos leerlo como que cuando nosotros somos insistentes se unen a nuestras intenciones los santos. Pidamos hoy, en que celebramos al santo Cura de Aras, por los sacerdotes.