Jueves 12-8-2021, XIX del Tiempo Ordinario (Mt 18, 21-19,1)

«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Es evidente que la Biblia no es un libro de ciencias… pero su tema es otro distinto, de hecho, es mucho más interesante: la historia de Dios con los hombres. Por eso no debemos acudir a la Sagrada Escritura para encontrar teorías o respuestas sobre matemáticas, física o química. Sin embargo, los números son muy importantes en todas las culturas antiguas, también en la hebrea. Y para entender este pasaje del Evangelio los números son la clave. Para un judío, el número 7 equivalía a “totalidad”, “plenitud”. Así, cuando Pedro le pregunta a Jesús si hay que perdonar hasta “siete veces”, lo que está queriendo decir es “¿tengo que perdonar todas las veces que me hagan daño?”, “¿tengo que perdonarlo todo?”. Pero Jesús en su respuesta va mucho más allá. Perdonar “setenta veces siete” equivale a decir, con una gráfica redundancia, que hay que perdonar “todo todísimo”, “siempre y todas las veces”. El Señor lo deja muy claro: el perdón debe ser siempre absoluto y total. Un cristiano debe perdonar siempre.

«Un rey quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos”. De nuevo, así de primeras este número no nos dice mucho… ¿Qué son diez mil talentos? ¿A qué equivaldría hoy en día? El talento no era para los contemporáneos de Jesús un sinónimo de “capacidad” o “aptitud”. El talento, en su origen griego y romano, era una unidad de medida del oro y la plata. Diez mil talentos equivalían, según la medida de la época, a más de 200 toneladas de oro. Al cambio actual, ¡más de 9 mil millones de euros! Es una cantidad totalmente exorbitada. Es decir, aquel siervo le debía a su señor una deuda absolutamente impagable desde cualquier punto de vista. Pues ese siervo somos nosotros, tú y yo, y toda esa deuda nos la ha perdonado Dios. Desde ahora no podemos pensar que todos nuestros pecados e infidelidades no valen nada, que son poca cosa ante Dios. Le hemos ofendido mucho, y nuestra deuda es impagable. Pero Él nos la ha perdonado por su infinita misericordia. Hoy, en tu oración, agradécele al Señor todo lo que te ha perdonado, la infinita paciencia y misericordia que ha tenido contigo. ¡Gracias, Señor, por tu infinita misericordia!

«El criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios». ¿Qué son cien denarios? Un denario equivalía al jornal (la paga diaria) de un trabajador. Según nuestros salarios, equivaldría a unos 45€. Entonces, la cantidad que le debe aquel criado a su compañero es 4.500€. Es una cantidad considerable, ¿verdad? Jesús, con esta parábola, reconoce que las ofensas de los demás a veces son grandes y nos pueden hacer mucho daño. No podemos ser ingenuos o buenistas… Pero, aun así, hay que perdonarlas. ¿Por qué? No porque las ofensas sean de poca importancia, es más, a menudo no lo serán; sino porque Dios nos ha perdonado a nosotros mucho más. 4.500€ es bastante dinero, pero ¿qué es en comparación con 9 mil millones? Como Dios nos ha perdonado, así debemos nosotros perdonar. Igual que Él ha borrado todos nuestros pecados, así nosotros debemos borrar todas las ofensas de los demás. Igual que Él ha tenido paciencia con nosotros (como le ruega el criado de la parábola al señor), así nosotros debemos tener paciencia con nuestros prójimos.