Sábado 14-8-2021, XIX del Tiempo Ordinario (Mt 19,13-15)

«Le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase». A lo largo del Evangelio vemos claramente que Jesús, aunque ama a todos los hombres, tiene una especial predilección por los pequeños, los pobres y los pecadores. Aquellos de los que nadie se ocupa, los más débiles e indefensos, éstos ocupan un lugar preferente en el Corazón amantísimo de Cristo. Dentro de los predilectos del Señor se encuentran, sin lugar a dudas, los niños. Su inocencia y sencillez conmueven el corazón de Dios. En el pasaje evangélico de hoy, vemos cómo acercan a Jesús unos niños. Y nosotros, ¿también acercamos a los niños al Señor? Más bien parecería lo contrario. Muchos quieren arrancar la inocencia del alma de los niños, ensuciando sus corazones desde la más tierna infancia. Es labor nuestra –como padres, maestros, catequistas, sacerdotes…– educar a los niños y acercarles a Jesús, para que le amen como un amigo. En otra ocasión, el Señor condenará a aquellos que hagan daño a los niños: «El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar».

«Jesús dijo: “Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos”». Ante esos niños que se arremolinaban a su alrededor, Jesús instruye a sus discípulos sobre la llamada “infancia espiritual”. A partir de estas palabras, grandes santos –como santa Teresita del Niño Jesús– nos han enseñado que debemos hacernos como niños ante Dios. ¿Por qué? ¿Qué tienen los niños? Es claro que para entrar en el reino de los cielos son necesarias una inocencia y una sencillez propia de niños. Sólo con un corazón limpio y purificado del pecado podremos ver a Dios. En segundo lugar, la alegría que muestran los más pequeños es un reflejo del júbilo y el gozo que reinan en el cielo. Por eso es tan importante pedir constantemente el don de la alegría espiritual. Pero hacerse niños significa mucho más. Significa, sobre todo, saberse pequeño, necesitado, dependiente de otro. La infancia espiritual es ante todo un camino de confianza. Tú y yo –como los niños pequeños– apenas sabemos dar dos pasos, pero caminamos seguros de la mano de Dios. Como el niño en brazos de su padre, nada temeremos si estamos en los brazos de nuestro Padre Dios.

«Jesús les impuso las manos». ¿Qué significa este precioso gesto de imponer las manos? Es un gesto que se usa en los sacramentos de la Confirmación, del Orden Sacerdotal, de la Confesión y de la Unción de Enfermos. En ellos, Cristo nos cubre con sus manos y nos dice: “Tú estás bajo la protección de mis manos. Tú estás bajo la protección de mi corazón. Tú quedas custodiado en el hueco de mis manos y precisamente así te encuentras dentro de la inmensidad de mi amor. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas”. Si nos hacemos niños ante Dios, sabemos que Él nos cubrirá con sus manos y nos guiará por nuestro camino. Como a niños pequeños que nada pueden, el buen Dios nos tomará en sus brazos y nos alzará hasta el Cielo.