En la primera lectura de este martes, nos encontramos con un personaje apasionante, Gedeón, Dios, como siempre ocurre en la Escritura se sirve de la cotidianidad para hacerse presente. Y a nuestro protagonista se le presenta en una actividad común, trillando el trigo, no se encontraba en orando, se encontraba trabajando… es curioso que el Señor aparezca en lo cotidiano, que se meta en medio de las costuras del trabajo usual, y es una lección que nos cuesta recordar, porque en realidad, nos da pereza que entre los pucheros se encuentre el Señor…
En un segundo momento me hacía sonreír Gedeón con sus dudas y quejas… especialmente cuando comenta «soy el menor de la menor familia de la menor tribu», me sonreía ante esa humildad extrema que nos entra cuando Dios nos invita a las grandes cosas, Moisés, Jeremías, Amós… todos ellos se reconocen absolutamente incapaces de lo que Dios les pide. Menos mal, porque ciertamente aquellos hombres no podían con sus propias fuerzas llevar adelante aquella misión a la el Señor les llamaba, como tampoco yo puedo simplemente con mis capacidades y aptitudes responder a la vocación a la santidad de la que todos participamos.
Y es precisamente aquí donde se encuentra, en mi humilde opinión, el vínculo con el Evangelio que acabamos de escuchar y que de nuevo coloca la riqueza en el centro de nuestra reflexión. El rico se encuentra muy seguro de sí mismo, se encuentra muy seguro en sus riquezas. El rico es el que planifica su futuro, sin tener en cuenta a Dios, porque, en realidad, su condición acomodada le permite vivir como si Dios no existiera. El rico se monta su propio reino, uno en el que no se prevé el ocaso, un reino que no parece tener fin y que es absolutamente incompatible con el Reino de Dios.
Por eso al rico le resulta difícil llegar al Reino, porque los caminos que recorre en su vida no llevan a las puertas del cielo, sino que llevan a lo que hoy las élites intelectuales de nuestra sociedad consideran un sano escepticismo. Hace poco me decía un compañero, infectado de este virus, que la falta de fe proviene de la cultura, no del dinero… leyendo se aleja uno de la fe, como si Dios y su proyecto de salvación fuesen un cuentecito para iletrados, un consuelo para las pobres gentes… ¿ese camino le llevará al cielo?…
Fijaos que no es la duda, Gedeón necesita tiempo para creer lo que Dios le está diciendo, lo que nos aleja del camino de Dios, son las riquezas, las seguridades artificiales las que alejan de DIos. Por eso yo muchas veces repito aquella oración de San Agustín: «Tengo miedo de que pases de largo Señor, de que pases a mi lado y no te reconozca».
Jesus yo creo en Ti . No pases por mi lado sin darme Tu máno
Querido hermano:
La civilización de la riqueza y bienestar necesita una sacudida «Despertar del sueño dogmático». Pues, la riqueza nos ahoga en el sueño cruel de inhumanidad: ignorando, silenciando, maquillando terribles realidades de las cuales, por silencio, por ostentación u otras causas, somos en muy buena parte responsables.
El seguimiento a Cristo exige abandono y desprendimiento, pues el Reino de Dios no está edificado sobre la acumulación de tesoros humanos, sobre la influencia social y ventajas: no.
Jesús, además, nos recuerda que el abandonar seguridades, familia, riquezas…, por seguirle a Él, tiene dos consecuencias: una, en el ya de la historia y otra, en el más allá de la muerte. «Todo el que haya dejado casas, hermanos, hemanas, padre, madre, hijos o tierras por mi causa, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna».
Soy testigo de recibir cien veces más; de cómo la familia crece, las necesidades se cubren siempre; de cómo cuando parece que la necesidad está aprentando, de repente, llega el maná sobreabundante. Soy testigo de la verdad de esta Palabra, me siento cuidado y mimado por Dios. Y la Virgen Maria.
Reza cada día el Santo Rosario; la Virgen Maria que nos observa como madre, nos cuida y nos atiende con celo de Madre, rezar el rosario es un regalo, para ella, y si además le pedimos por la Paz del Mundo. Por las Familias para que permanezcan unidas. Ella te escuchará. Tenlo por seguro.
Tu hermano en la fe: José Manuel.
Miramos a esos hermanos que lo han perdido todo, por la guerra, los desastres naturales, la injusticia social,…. El Papa los recuerda en el rezo del Ángelus. Han perdido la vida,la salud, la libertad, la vivienda, la comida, el trabajo, la educación, el ocio,…, todo aquello que necesitamos, eso a lo que aspiramos legítimamente, porque somos hijos de Dios, porque participamos de su misma dignidad, y estamos llamados a gozar de su gloria.Los miramos y nos unimos en oración.
Reflexionamos con el Evangelio. Escuchamos la Palabra de Dios y la meditamos.
No se entiende que un rico no pueda entrar en el reino de los cielos y que un camello pase por el ojo de una aguja… pero quizás si el rico comparte su riqueza (lo que tiene, lo que sabe, lo que puede…) el reino de los cielos se abra para él, y aparezca la senda que debe transitar… Mientras el camello, el burro de carga, el buey del labriego, con el pobrecito que no hace otra cosa que su trabajo, tiene la via de paso siempre abierta, pasa sin quedarse con nada, ligero y libre, y está en la compañia de Dios. El problema es atesorar, codiciar, despojar,…, mientras otros carecen de todo lo mas necesario, y son ignorados, o directamente aplastados.