Escuchamos este domingo el relato de las consecuencias, las consecuencias del discurso del Pan de vida con el que meditamos hace dos domingos, por sino lo recuerdan, en él Jesús se declaraba el pan vivo que ha bajado del cielo, y proclamaba también que quien no come su carne y no bebe su sangre no se salvará. Si conseguimos ponernos en situación el discurso de Jesús debió resultarles difícil a los discípulos, nosotros ya estamos tan acostumbrados a ese lenguaje que lo leemos, lo decimos y parece que es tan normal, pero en realidad, pensado en frío, que Dios se haga hombre, que Dios se haga pan… supera ampliamente lo que nos cabría esperar.
Y no es extraño que un discurso así alejase a la gente de Jesús, los apóstoles reconoce la dureza del mensaje «¿quien puede hacerle caso?», tampoco debe resultarnos extraño porque en el hoy de la Iglesia ocurre lo mismo, puede ser que no con el discurso del pan de vida, pero si con la propuesta de vida, si con la forma de afrontar nuestras decisiones… o acaso no hemos escuchado todos una y otra vez que la Iglesia tiene que modernizarse, entendiendo por modernizarse aceptar sin peros ni condiciones, las imposiciones del pensamiento dominante… aborto, eutanasia, sexualidad, género… tantos temas en los que si presentamos la realidad del evangelio recibiremos una tormenta de reproches…
tranquiliza bastante que Jesús mismo no se eche atrás, ni si quiera cuando es abiertamente criticado por los que le son más cercanos, porque el es la Verdad… que batalla tan compleja la de verdad hoy… como muchas veces vamos perdiendo la batalla del relato en esta posmodernidad deseosa de eternidad pero que la busca en caminos totalmente errados.
Se imaginan al Señor cambiando de opinión, diciendo, bueno cuando decía que soy el pan de vida, estaba diciendo… menos mal que no. Por lo que a nosotros solo nos queda permanecer junto a Él, o marcharnos. Hoy muchos cristianos creen que hay una tercera posibilidad quedarse cambiando lo que dijo Jesús, eso es imposible, porque en esto no existen medias tintas. Lo hemos visto también en la primera lectura, en la que Josué le dice al Pueblo, muy bien, ¿qué Dios elegís?, el pueblo no duda, se queda con Quien les liberó de la esclavitud de Egipto… Y nosotros ¿qué Dios elegimos? el que nos redimió o los ídolos que vamos construyendo a nuestra medida, o los ocupas del corazón que nos alejan de la verdad.
Me gustaría confesar hoy con Pedro, Señor, tú tienes palabras de vida eterna, me gustaría reconocer con los verdaderos discípulos que en los caminos que se alejan de Dios no hay sitio para mi, que el frío del desamor sola fuerte en ellos y yo estoy hecho para el hogar… confesar que, incluso consciente de lo exigente del evangelio, de su cierta dureza, no encuentro un camino mejor para llegar a ser mi mejor versión, no encuentro camino mejor a la felicidad, no hay otro camino para el amor.
La paz interior que da sentirte unido en cuarpo y alma al Señor. Un día como hoy,al recibirl los Sacramentos de Penitencia y Eucaristía, serrar los ojos y ver con toda claridad, la imagen de Jesús. Dios Mío, Misericordioso
Querido hermano:
Algunos piensan que el hombre es el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar así, falsamente, el lugar de Dios, y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. Además, el olvido de Dios nos conduce al abandono del hombre.
Como cristianos debemos ofrecer el bien más precioso que tenemos: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda. Pues, como Pedro, si Cristo nos pregunta, «¿también vosotros queréis abandonarme?».
Solo podemos contestar: «Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna».
Rezamos juntos cada día el Santo Rosario con la Virgen Maria. Pedimos por la Paz en el mundo. Por los enfermos terminales. Por los niños que nacen.
Tu hermano en la fe: José Manuel.
Gracias Dios Mío por el despertar de otro día con Tu presencia a mi lado. No te apartes jamás Señor. Dame Tu Amor y Misericordia
Cerrar los ojos y ver Tu imagen Señor
Gracias comentarista. Muchos tendríamos hoy que repasar y profundizar en la Veritatis splendor de JPII porque la “rígida” ideología modernista (herética), nos está contagiando demasiado.