He tenido una tarde bastante desconcertante. Dentro de menos de un mes se casa un sobrino. Su hermano que está mirando las lecturas me manda una cita del profeta Oseas a ver si me parece bien. Busco la cita en la Biblia y dice: “Puesto que Israel se empecinó como una vaca obstinada, ¿puede apacentarlos el Señor como a cordero en la pradera? Efraín está ligado a los ídolos. ¡Olvídalo! Se ha vuelto a su embriaguez, se entregó a la prostitución, sus jefes se apasionan por la infamia. La pasión los estrecha entre sus alas, y se cubren de vergüenza sus altares.” Sinceramente creí que mis sobrinos se llevaban bien, pero querer leer eso en la boda de tu hermano demuestra un odio interno muy grande. Unido a eso el que mi sobrino me saca dos cabezas decidí investigar el asunto. Cuando le pregunté el motivo de por qué esa lectura, y le mandé la traducción litúrgica se dio cuenta que se había equivocado de capítulo al mandármelo, y de un capítulo a otro la cosa cambia bastante. Todo por un simple número. Cualquiera puede cometer una equivocación, hacerlo a posta sería ser bastante malo.

“Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa.” Dios comprende nuestras equivocaciones, y seguramente se ría mucho de ellas. Jesucristo no vino a librarnos de nuestras equivocaciones, cuenta con que no somos perfectos, pero sí nos avisa que el pecado no es una equivocación, es dejar entrar al ladrón, ser negligente y alejarse de la gracia que Dios nos da, haciéndonos dioses en lugar de Dios. Si algo se aprende en el confesionario es que el demonio es un ladrón, que quita y nunca da. Nos quita la alegría, nos roba la caridad, se lleva nuestra esperanza, hace flaquear nuestra fe, nos distancia de los demás y en vez de tratarlos como hermanos los tratamos como cosas. El Señor nos avisa…, y aún así muchas veces le damos al diablo la maza para que abra un agujero en nuestra alma.

El criado fiel y prudente que se encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas es el que cuida sus ratos de oración para que Dios pueda ir sembrando su Gracia en él. El que cuida la caridad, el cariño, con los otros y no lo deja para mañana. El que cuida la Comunión y la Confesión frecuente para que “el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.” No tengamos miedo a equivocarnos -que eso muchas veces frena la caridad-, pero si tengamos miedo a no ser fieles y prudentes, estando muy cerca de Dios y no dejando que “el diablo ronde como león rugiente buscando a quien devorar.” Las equivocaciones muchas veces las usará Dios para hacer el bien, dejar entrar el pecado sólo nos lleva al llanto y rechinar de dientes.

María, madre buena, dame fuerza para huir de toda ocasión de pecado y, si alguna vez me equivoco (que serán muchas), que sea para mayor gloria de Dios.