En verano se puede sacar un poco más de tiempo para leer. Me gusta leer novelas de intriga, novela histórica y novelas de viajes. Ya que viajo poco dejo que otros viajen por mi y cuenten sus experiencias, desde Marco Polo a la peregrina Egeria. Puedes imaginarte el mundo, sus lugares, el ambiente, hasta los olores y sabores, sin el “filtro” que te ponen las películas, que te lo dan ya todo imaginado. Pero no todo puede ser imaginar y disfrutar. Hoy por hoy para conocer el mundo no hace falta casi ni saber leer. Estamos viendo Afganistán y la tragedia en directo de tantos. La pobreza en tantas ciudades, la violencia en tantos barrios. La locura de los hombres que ni respetan la vida ni respetan la muerte. Uno puede estar cómodamente leyendo, pero el mundo, lo palpamos con su cruda realidad, se resquebraja.

“Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes”.

Hoy no sólo nos vamos a mirar a nosotros mismos. Miremos el mundo. Tenemos más avances, más tecnología, mas comodidades que nunca. Y sin embargo el mundo se sigue dividiendo entre ricos y pobres con una brecha cada vez más profunda. Las desigualdades son cada vez más grandes y el egoísmo crece en todas partes. Estamos más conectados, pero mas alejados que nunca. Y el Señor pedirá cuentas a esta generación, no lo dudes. No quisiera estar en la piel de los políticos, de los hombres que toman las grandes decisiones de este mundo, de los que diseñan un futuro abocado al fracaso para tantos. Podrán vivir muy bien, pues al final será el llanto y el rechinar de dientes.

¿Y qué hace Dios? “Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros.” Dios ya nos lo ha dado todo, y nos empeñamos en enterrarlo, llenos de miedo no sea que nos quiten nuestra tranquilidad. No queremos devolverle a Dios el mundo que Él creó, el mundo que Él redimió, sino un mundo manchado por el barro del pecado, herido por nuestra podredumbre.

¿Y qué podemos hacer tu y yo? Seguramente lo que nos dice San Pablo: “os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad, ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado”. No parece gran cosa, pero si lo hacemos con amor de Dios, no encerrados en nuestro mundo sino viviendo en medio del mundo en el que vivimos, seamos una pequeña luz de esperanza, siendo fiel en lo poco.

Así lo hizo María, tan presente en este sábado, siendo fiel en lo poco cambió la historia de los hombres. Decídete a cambiar el mundo.