El Evangelio nos regala uno de esos pasajes que más nos tocan directamente, pues es la vocación Pedro, el primer Papa, la cabeza de la Iglesia y vicario de Cristo en la Tierra; y de Santiago, protoevangelizador y patrón de España. Podemos decir que la respuesta al Señor aquel día y en el resto de su vida sembraron un germen del cual hoy participamos. Ellos son verdaderamente nuestros padres en la fe sin duda alguna y su ‘creo’ al Señor es el ‘creo’ que hoy pronunciamos dos mil años después. ¡Gracias a la Escritura que nos ha contado este pasaje tan bello!

En el cristianismo, el boca a boca, el mensaje a mensaje, la transmisión de la Verdad revelada es algo absolutamente imprescindible y sin lo cual no podemos entender nada. Tan importante es que, a diferencia de los protestantes no tenemos simplemente la Sagrada Escritura como fuente de la Revelación de Dios, sino que tenemos, además del Magisterio, la Tradición, que es el conjunto de «verdades reveladas que miran a la fe y costumbres y que no se contienen en la Sagrada Escritura, sino que las transmite Dios oralmente a su Iglesia». Incluso, la Escritura se inserta dentro de la Tradición, tanto en la formación del canon de libros que la integran como en la interpretación que le damos. Interpretarla como yo crea oportuno no siempre es católico, sino protestante. El católico tiene en cuenta siempre cómo ha recibido ese texto la Iglesia.

El caso es que sin las Sagradas Escrituras nadie puede decirse cristiano con propiedad. Sí, bautizados, ontológicamente cristianos, pero no existencialmente. Decía san Jerónimo que desconocer la Escritura es desconocer a Cristo. Y añadimos: desconocer a Cristo es desconocer al hombre.

La Escritura tiene un camino que nos enseña la plenitud que Cristo nos trae y que no podemos desperdiciar. Es, como decía hombre santo al que pude conocer y tratar como seminarista, una carta de amor de Dios a los hombres. Una carta en la que podemos encontrar una riqueza tan grande como grande es su Autor, Dios mismo. No hagamos de menos este tesoro y aprovechémoslo.

Va un posible propósito: ¿una lectura de la Biblia en uno o dos años?