La memoria de hoy, los santos ángeles custodios, nos permite contemplar no sólo que la creación es inmensamente bella y rica en seres de todo tipo (desde los inanimados hasta el más complejo, el hombre, pasando por los espíritus puros, que son los ángeles), sino que existe una Providencia que relaciona las criaturas entre ellas y, de ese modo, con el Creador. Dios es Padre de todo lo que existe y no necesita de la ayuda de nadie para mantener el universo. Pero su grandeza y su amor expansivo ha querido plasmar su imagen en las cosas creadas, haciendo un mundo bello y libre, como es Él. Los filósofos le dan muchas vueltas a esta cuestión, pero ahora nos daría dolor de cabeza tratarlas.

Centramos nuestra atención en un aspecto: el Creador desea que también las criaturas compartan la responsabilidad del cuidado de otros seres. Ese deseo y mandato de Dios nos permite pensar más acertadamente qué es, por ejemplo, la paternidad y el significado de la autoridad como reflejos y proyecciones del ser de Dios. En el caso de hoy, nos hace valorar mejor el ministerio de los ángeles custodios. ¡Qué gran cuidado y ternura tiene el divino Hacedor! ¡El Señor nos ha puesto un centinela para guiar nuestros pasos!: “A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos” (Salmo 90,11). La imagen clásica con que se ha representado al ángel custodio es guiando a un niño, símbolo de la inocencia de nuestras almas, o al menos, la inocencia que deberíamos tener.

Los santos han tenido gran devoción a los ángeles y nos han enseñado a tratar al custodio propio e incluso ponerle nombre, cosa que ayuda un montón para mantener una relación viva con el. No es algo, sino alguien, puesto que son seres personales, como nosotros, pero sin cuerpo. Son nuestros guardaespaldas, y es de justicia que tengamos conversaciones con quien está tanto tiempo a nuestro lado. Puede ser un momento iluminador echar la imaginación al vuelo y repensar acontecimientos de nuestra vida al hilo del trabajo concienzudo y quizá espectacular de nuestro guardaespaldas particular: en muchos casos, habrá sido instrumento para evitar caídas, emprender senderos tortuosos o evitar desgracias mayores; nos señala los puntos débiles del enemigo, estimula el deseo de estar con los amigos y el cuidado esmerado de nuestra pobre oración. Su “mano” —en sentido simbólico, pues son espíritus puros— ha parado muchos goles, hace nuestra vida más segura en el sentido salvífico de la expresión.

Ya sabemos que los ángeles son conocidos y nombrados por su ministerio. En la nueva traducción del Misal Romano aparecen en los prefacios no sólo los ángeles y arcángeles, sino los tronos, dominaciones, serafines, virtudes, potestades… Más de uno se ha extrañado de estas expresiones. La angeología, la ciencia que se dedica a su estudio, nos habla de ellos según aparece en la Sagrada Escritura. Es un campo de conocimiento muy curioso.

Hablando de guardaespaldas, hoy muchos cuerpos de seguridad, entre ellos la Policía Nacional y la Guardia Civil, celebran a sus santos patronos.