SÁBADO XXVIII TIEMPO ORDINARIO

san Lucas 12, 8-12

“Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará”. ¡Es la criatura que cae en la desesperación … el rechazo de Dios!

El Catecismo enseña que “No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda personar. No hay nadie tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero” (nº 982). Así pues, ¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable? ¿Cómo puede existir un pecado que escape a la divina misericordia?

Juan Pablo II respondió: “la blasfemia no consiste en ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, por el contrario, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo, que actúa en virtud del sacrificio de la cruz”.

Este pecado imperdonable del que habla nuestro Señor se refiere a la negación de la remisión de los pecados. Es decir, se peca contra el Espíritu Santo cuando renunciamos a ser perdonados. A esa posición se puede llegar desde dos posturas aparentemente opuestas, pero coincidentes en su letal efecto. Puede darse la blasfemia bien porque dudemos de la misericordia divina, lo que lleva a la desesperación, bien porque nos sintamos tan seguros de ella que abusemos cometiendo pecado tras pecado. Presunción y desesperación son contrarias a la auténtica esperanza y conducen a endurecer el corazón impidiendo la acción de la gracia.

Podemos llegar a esa situación dando pequeños pasos y casi sin darnos cuenta. Si, por ejemplo, dejo de confesarme porque considero que mis pecados no son tan graves o, por el contrario, que no tengo remedio y, por eso, no vale la pena, poco a poco voy endureciéndome contra el Espíritu Santo.

Dice el Catecismo en el número1864: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna”.

Que la Virgen María nos ayude a confiar totalmente en el Amor de Dios.