Estamos Acostumbrados a hablar de los evangelistas por lo que han escrito. Hoy, sin embargo, la primera lectura nos hace mirar de otra manera a Lucas quien, según la tradición, habría sido médico. San Pablo está encarcelado en Roma y todos le han abandonado, “Lucas es el único que está conmigo”, escribe. La presencia de Lucas es tan consoladora para Pablo que se lo hace saber a su fiel discípulo Timoteo. Lucas, de hecho, había acompañado en otros momentos, muy importantes, a Pablo, y así queda reflejado en el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Si Lucas está con Pablo en ese momento delicado de su vida significa que no sólo anunciaba el Evangelio de palabra sino también con sus obras. Dios, en la historia de la Salvación, se ha revelado con gestos y palabras. Su acción en la historia a favor de su pueblo Israel y de todos los hombres iba acompañada de enseñanzas, pero muchas veces era el gesto lo que mejor revelaba su amor. De forma especialísima se nos manifiesta en el sacrificio de la Cruz. Al mirarla detenidamente aprendemos el amor de Dios por el hombre. Siguiendo esa pedagogía divina actúan los apóstoles y evangelistas. San Pablo llegará a decir: “haceos imitadores míos como yo lo soy de Cristo”. Es decir, toda la vida era anuncio y misión, no sólo la predicación.

La Iglesia hoy recuerda a san Lucas, autor de uno de los evangelios. Él no fue apóstol pero, como recuerda en el inicio de su evangelio, se informó pormenorizadamente de los hechos para plasmarlos en su escrito. Ello también nos invita a querer conocer profundamente la vida y enseñanzas de Jesús tal como nos son narrados por los evangelios. Y que ese conocimiento nos lleve a una mayor identificación con Jesús. Los estudiosos señalan, además, que Lucas, incide especialmente en el mensaje de la misericordia, como aparece, por ejemplo, en las parábolas de la oveja perdida y del Hijo pródigo.

Por otra parte, en el fragmento que hoy leemos Jesús advierte a sus discípulos que los envía como corderos en medio de lobos. Y añade la enseñanza de que no hay que ir demasiado precavido para la misión. No llevar talega ni alforjas, etc… Sin duda, no sólo es una indicación respecto de los bienes materiales sino también una invitación a poner toda la confianza en Jesucristo y sólo en Él.

La fiesta de hoy, por tanto, nos invita a volver continuamente a los evangelios. A leerlos y releerlos abriendo nuestro corazón para que las palabras, siempre llenas de verdad y de vida de nuestro Salvador, vayan configurando nuestro corazón. A escuchar su mensaje lleno de misericordia y a decidirnos a seguirlo con mayor entusiasmo.