La primera lectura de hoy nos habla de una realidad que todos experimentamos: el deseo de hacer el bien y la incapacidad que muchas veces experimentamos para llevarlo a cabo. San Pablo señala, hablando de sí mismo, la realidad del pecado que es la causa de esa contradicción. Y lo hace con gran finura al indicar que interiormente se complace en la ley de Dios pero, después, cuando quiere ponerla por obra, su cuerpo no le corresponde.

San Pablo no dice que no quiera el bien, sino que se ve incapaz de realizarlo. Podríamos decir que falla la correa de transmisión entre lo que su voluntad desea y lo que finalmente ejecuta. Como consecuencia del pecado estamos heridos en nuestra naturaleza. Ello no significa que nuestra naturaleza sea mala (que no lo es), pero sí que el obrar rectamente resulta mucho más complicado porque experimentamos una herida.

La constatación de san Pablo nos sumiría en la tristeza si él mismo no nos avanzara el camino de salida. Vivimos esa esclavitud, pero no es ese nuestro destino. Es Jesucristo quien nos salva de esa situación absurda. Porque es absurdo estar inclinado al bien, amarlo y querer alcanzarlo y, al mismo tiempo no hacerlo por culpa nuestra (porque las deficiencias que experimentamos no nos libran de nuestra responsabilidad). Jesús nos ha salvado muriendo en la cruz y Él nos libera.

En la carta a los Gálatas el Apóstol lo expresa con estas palabras: “para ser libres nos ha libertado Cristo”. La nueva libertad consiste en que, ayudados por la gracia, sí que podemos realizar el bien que anhelamos y que está tan unido a lo que nuestro corazón desea con todas sus fuerzas. Haciendo ese bien alcanzamos, siempre con la gracia, amar a Dios que nos lo ha regalado todo.

Así podemos entender mejor en qué consiste la salvación. Precisamente somos salvados porque Jesús desata nuestro corazón haciéndolo capaz para realizar el bien. Es su amor el que nos da esa capacidad. Muchas veces la tristeza nos viene al observar que querríamos amar mejor (perdonar, ser generosos o amables, estar más disponibles,…). Cuando experimentamos el poder de la gracia sentimos una gran liberación que al mismo tiempo nos llena de alegría. Ciertamente seguimos viviendo en la lucha y cada día nos hemos de esforzar por vencer lo que nos impide amar a Dios y al prójimo. Pero, la confianza en Dios, nos libera del desánimo. En Jesús encontramos la gracia, la fuerza para perseverar, el perdón si desfallecemos,…

Hoy también se celebra la memoria de san Juan Pablo II. Aunque no tiene carácter obligatorio al ser un santo reciente muchos lo recordamos con agradecimiento y cariño. Se le ha llamado Juan Pablo II el Magno (el Grande), por la duración, importancia y fecundidad de su Pontificado, por su profundo y prolífico magisterio sus numerosos viajes apostólicos, etc… A su intercesión nos encomendamos