Siempre me ha gustado este fragmento del Evangelio de Lucas, especialmente el momento en el que el administrador injusto se dice sin tapujos su realidad : «para cavar no tengo fuerzas, mendigar, me da vergüenza». Aquel hombre que había realizado mal su trabajo, se encuentra ante el desafío del futuro sin paños calientes, con realismo, y no tiene empacho en buscar la solución a costa de aquel a quien ya le había hecho un mal administrando ineficazmente sus recursos.

Tenemos mucho que aprender del realismo del administrador infiel, porque, en demasiadas ocasiones, no actuamos con realismo ante las dificultades, ante nuestro pecado. Me parece maravilloso que este personaje al que el relato califica como astuto, no empieza a lamentarse de su suerte, no llora a los pies de su señor por lo injusto de la acusación, no, afronta con entereza su situación y le busca solución. Verdaderamente no vamos a respaldar sus métodos, pero  si que envidio su determinación… Tal vez si yo hubiese sido aquel administrador injusto me hubiese estancado en la lamentación, me hubiese quedado bloqueado en decir todo aquello que no puedo hacer…

Todos, los buenos y los malos, nos enfrentamos a situaciones inesperadas en las que hay que reinventarse, todos nos vemos desafiados por el presente y por nuestras limitaciones, sin embargo es cierto que, en demasiadas ocasiones, los creyentes parecemos poco astutos, que la sociedad nos critica por defender el derecho a la vida, pues nos apocamos y expresamos nuestra opinión en donde no pueda ser criticada… en esa y situaciones similares es cuando de buenos nos transformamos en tontos, de inocentes pasamos a ser inoperantes.

Ese buenismo inmovilizador, inoperante, podemos encontrarlo especialmente cuando el mal y el pecado se hacen presente en nuestros contexto social y en nuestro contexto personal. Escudados en falsos respetos humanos que sólo indican falta de compromiso y de amor, dejamos que mal y pecado campen a sus anchas por nuestra comodidad, y embotadas nuestras conciencias dormitan en teorías que poco tienen que ver con el Evangelio.

Por eso hoy Señor, te ruego nos concedas la determinación, la astucia del administrador infiel, para afrontar con realismo el presente y así afrontar el hermoso desafío de creer hoy, que exige sencillez y determinación. Amén.