El libro del Eclesiástico preveía la vuelta de Elías al final de los tiempos, volviendo otra vez a un tema del que ya había escrito antes. A Elías se le reserva para «reconciliar a padres con hijos y restablecer las tribus de Israel». Un papel de reunificador. “Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron”. Jesús asume la misión de Elías de renovar todo, de “reconciliar a los padres con los hijos y restablecer las tribus de Jacob”. Sin embargo sus contemporáneos no le reconocieron. El Señor viene a restablecer las relaciones, a veces rotas o deterioradas, por nuestra impaciencia, por la soberbia, en definitiva por nuestro pecado. La gracia de Cristo nos capacitará para recorrer el camino de la reconciliación y del perdón mutuo, siguiendo la exhortación de San Pablo: “sin devolver a nadie mal por mal;  procurando el bien ante todos los hombres; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, (…). Antes al contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” – Rm 12,  17-21 –

No ser ingenuos, porque el enemigo pondrá sus mejores armas para ir minando la relación con las personas que tenemos más cerca y sin apenas darnos cuenta permitimos que se vaya levantando un muro. C. S. Lewis describe esta labor del enemigo con gran agudeza: “en la vida civilizada, el odio familiar suele expresarse diciendo cosas que sobre el papel, parecen totalmente inofensivas, pero en un tono de voz o en un momento en que resultan poco menos que una bofetada. Para mantener vivo este juego, tú y Globuloso debéis cuidaros de que cada uno de ellos tenga algo así como un doble patrón de conducta. Tu paciente debe exigir que todo cuanto dice se tome en sentido literal, y que se juzgue simplemente por las palabras exactas, al mismo tiempo que juzga cuanto dice su madre tras la más minuciosa e hipersensible interpretación del tono, del contexto y de la intención que él sospecha. Y a ella hay que animarla a que haga lo mismo con él, De este modo, ambos pueden estar convencidos, o casi, después de cada discusión, de que son totalmente inocentes. Ya sabes cómo son estas cosas: ‘lo único que hago es preguntarle a qué hora estará lista la cena, y se pone hecha una fiera.’ Una vez que éste hábito esté bien arraigado en la casa, tendrás la deliciosa sensación de un ser humano que dice cosas con el expreso propósito de ofender, y, sin embargo, se queja de que se ofendan” (C.S. Lewis, “Cartas de un diablo a su sobrino”, carta III)

El Señor viene en la gracia un año más, en este Adviento, para renovar todo, empezando por cada uno de nosotros, por renovar nuestra vida y reconciliarnos a unos con otros. Para renovar la esperanza en el poder de Dios. Y nos puede pasar que tampoco le reconozcamos porque estamos pendientes de otras muchas cosas y éstas no nos traen la paz ni nos reconcilian. En estos días corremos el riesgo de reconocer su venida, en gran medida por la influencia de los grandes comercios, o de unos adornos en la ciudad que nada tienen que ver con la Navidad. Hemos de hacer el esfuerzo por no dejarnos arrastrar por la “navidad comercial” ¡El centro de la Navidad nosotros los regalos, las reuniones familiares con grandes banquetes! El centro de la Navidad es el nacimiento de Jesús, del Niño Dios. Es el quien nos trae la paz y nos reconcilia. No es fruto del voluntarismo. Por ello no le reconoceremos si en estos días no volvemos hacia él la mirada y el corazón, si no podemos sacar un tiempo para “saborear” la Palabra de Dios y los textos de la Liturgia de estos días, que nos ayudan a no dejarnos desorientar por tantos mensajes contradictorios con la gran noticia: el Señor viene y “lo renovará todo”.

María, Madre nuestra, que seamos instrumentos de paz entre los hombres, empezando por nuestras propias familias.