Cristo habla a las claras de quién es Juan Bautista: el precursor del Mesías. El texto que trae a colación pertenece al profeta Malaquías 3,1: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare tu camino ante ti”.

Las distintas reacciones que suscita el testimonio de Juan Bautista así como el del propio Jesús, revelan la manifestación de Dios en la pobreza, en la fragilidad. Él ha querido hacerse presente en medio de nosotros asumiendo nuestra debilidad: no sólo la corporal, sino también compartiendo con nosotros y sufriendo las consecuencia de nuestra dificultad para conocer la verdad. Él la conoce, porque es la Verdad. Pero nosotros no la conocemos siempre bien.

Arduo es el camino que afianza en nosotros la virtud de la veracidad: aquello que nos hace capaces de buscar en lo que somos, hacemos y tenemos, la verdad que encierra tanto el aspecto visible como el invisible de nuestra existencia.

Quien sólo cree verdadero aquello que ve con los sentidos, no conocerá bien la verdad de lo invisible; quien considera que la verdad se amolda a aquello que se siente, será persona sin esqueleto, voluble e infeliz; quien considera la verdad sólo desde el punto de vista intelectual como la adecuación del intelecto a la realidad, descartará la grandeza del amor. Y así, podríamos ir desgranando todas las “filosofías de vida”, que encierran de un modo u otro una postura vital respecto a la presencia de la verdad en la propia vida y en la vida del mundo.

La Verdad se manifiesta en Cristo. Y esa manifestación tiene su gran poder y gloria precisamente en su ausencia: el Poder y la Gloria (nombres propios de Dios) son su pobreza y humildad. Incluso su mayor portento, la resurrección, no es evidente al mundo, sino se acepta por el don de la fe.

La primera lectura trae a colación otra cualidad de la Verdad: la misericordia con la que el Señor responde a nuestra ignominia y pecado. Igual que con Noé, se arrepiente de haber hecho daño a la humanidad. Tiene grandes esperanzas pese a las pruebas sistemáticas de andar nosotros descarriados. Y eso es otro gran punto a favor del Señor.