MIÉRCOLES OCTAVA NAVIDAD

San Juan 20, 2-8

La carne es, a causa del primer pecado, fuente de innumerables tentaciones, pero también lo es el espíritu. Sólo los puritanos se creen perfectos por haber reprimido los instintos carnales, mientras han dejado entrar en sus espíritus toda la ponzoña de la soberbia y la altivez. Con todo, es cierto que esta pobre carne nuestra está herida de pecado, y tiene que ser educada, con firmeza y cariño, para la generosidad…

Pero nos debería encantar ser de carne. Envidiamos a los ángeles, porque están muy cerca de Dios; pero no les envidiamos en absoluto por su naturaleza puramente espiritual; el ángel no puede reír ni llorar, y nos gusta reír, nos gusta llorar, nos gusta bendecir con la mano derecha las frentes de los niños. Amar a un Dios sin cuerpo nos resultaría tremendamente doloroso. Tendríamos que renunciar, para toda la eternidad, a besar el Rostro de Aquel a quien amamos …

Dice San Juan: «la vida se hizo visible», «el Verbo se hizo carne»… El Amor divino se puso a tiro del amor humano, para que el Hombre pudiera enamorarse de Dios, para que el ser de carne pudiera soñar con besar las mejillas de un Dios que se había enamorado primero. «La Vida se hizo visible»… Juan vio, con sus ojos, sonreír a Dios … Y se sintió amado como nunca, y dejó de ser Juan para ser «el discípulo amado», «aquel a quien ama Jesús»… Se enamoró de su Señor, como nos enamoramos los seres de carne, y como sólo de un Dios puede el hombre enamorarse. Por eso fue el apóstol casto, con la castidad alegre de los enamorados, que no es la de los reprimidos ni la de los puritanos, ni la de las piedras; con la castidad de quien ofrece sus miembros de carne en sacrificio, porque no sabe amar si no es con la carne, y porque los grandes amores son así, como el de Cristo, oblativos.

Arrodillados ante la gruta de Belén, podemos soñar con palpar un día las manos de nuestra Madre celestial, con besar las mejillas sonrosadas de ese Niño a quien ahora imaginamos besar en una imagen de madera… «La Vida se hizo visible»… esperando verla, ya nos hemos enamorado de Dios.