Me han sorprendido las palabras de Dios al profeta Samuel en el inicio de la primera lectura de hoy: «¿Hasta cuando vas a estar lamentándote?». Samuel se encuentra triste porque Saúl ha sido rechazado por Dios, en Samuel reconocemos todos los ingredientes de un fracaso, decepción, miedo, inactividad, no querer mirar al futuro… Todos conocemos esa sensación, todos conocemos ese peligro que, en demasiadas ocasiones, se presenta en nuestras vidas, el peligro de quedarnos atascados en algún tema de pasado, claramente Saúl representa el pasado.

Sin embargo Dios siempre mira al futuro, y mira al futuro de maneras imprevistas. Dios no quería nombrar un rey a Israel, la semana pasada vimos que lo hacía a regañadientes, cediendo a los deseos del Pueblo, que, como en tantas ocasiones, se muestra caprichoso. Sin embargo hoy el Señor se presenta especialmente interesado en nombrar un sustituto para Saúl, y además va a ser, el sustituto arquetípico, es decir, va a ser el rey por antonomasia, va a ser el anticipo del Mesías, Dios se va a elegir a David.

Y como siempre hace Dios elige al que nadie esperaría, elige al que no cabía esperar, elige al pequeño de los hijos de Jesé, que no había sido avisado para sentarse a la mesa, que estaba con el ganado… qué misterioso es siempre Dios, cuanto nos cuesta entender y aceptar su forma de proceder, su manera de elegir…

Y esto se e igualmente en el Evangelio que acabamos de escuchar. Los fariseos se enfrentan una y otra vez con Jesús por la celebración del sábado. Por la laxitud con la que los discípulos y el mismo Jesús parecen tener en el respeto de normas. Los fariseos una vez más convierten la ley en un valor absoluto, mucho más allá de las personas, y las leyes no son lo absoluto, Dios es el único absoluto, las nomas nos orientan, nos ayudan a organizarnos, son herramientas útiles, imprescindibles cuando no sabemos como hacer, pero la relación con Dios va más allá de las normas, en la relación con Dios las normas adquieren alma, sin Él, las normas son frías cadenas que impiden vivir en libertad, la ley sin amor es otro tipo de esclavitud.

Es cierto que a nosotros nos cuesta entender esto, como le costó a Samuel entender la elección de David, pero si de veras queremos vivir en la órbita de Dios, es clave ver las cosas, en la medida de nuestras posibilidades desde la perspectiva de Dios…

Hoy que comienza el Octavario de oración por la unidad de los cristianos, tal vez podríamos dedicarle unos instantes a pensar como verá Dios que estemos alejados y separados los cristianos, cómo verá Dios las divisiones, qué tristeza le producirá que nuestros conflictos y nuestras verdades hayan sembrado la división entre sus hijos… unamos pues nuestra voces pidiendo con fe y humildad la unidad.