Es triste, pero en ocasiones sucede, incluso en las parroquias. Hoy se habla tanto unos de otros- principalmente para no mirarse a sí mismo-, que uno se entera que fulanito a hablado mal de él y se enfada, ya no quiere estar en un grupo con fulanito, ni con menganito que es su amigo. Intentas poner paz y no hay manera, te quedas en medio recibiendo tortas de un lado y de otro y muchas veces se dejan de hacer cosas buenas por peleas internas. Gracias a Dios esto no está pasando en la parroquia en la que estoy, pero siempre recomiendo hablar poco, nada de otros y mucho cuidado con las redes sociales, que el demonio se sirve de un grano de arena para hacer una montaña.

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábola.

Jesús nunca rechaza al pecador, aunque sí deja clara la verdad. Jesús no se enfada y dice. “Pues me voy con los fariseos y no quiero saber nada de los escribas”. No, les invita a acercarse y hablar, para decirles la verdad, aunque esa verdad sea terriblemente incómoda.  Nunca tengamos miedo de hablar con Dios y de hablar de Dios. No podemos negar a nadie la palabra de Dios, por muy malo o retorcido que sea.

Existen varias formas de negar la Palabra de Dios a los demás. Con el silencio miedoso que nos hace ocultar nuestra condición de creyentes. Parece que si no hablamos de Dos nos evitaremos problemas. Otra forma es con el aislarnos de los demás, pensar que cada uno se apañe con su vida y que a mi nadie me ha dado vela en este entierro. Como si Dios no contase contigo. Y otra forma, muy extendida hoy, es envolver nuestras palabras en una especie de humanismo ateo. Hablamos de paz, de solidaridad, de espiritualidad, de respeto, de inclusión o de un montón de palabras hermosas y vacías…, cuando uno ya llega a hablar de la resiliencia ha llegado al culmen de la horterada atea. Todo eso muy hermoso, pero sin Dios. Parece que el amor, la misericordia, el perdón surgen del simple corazón humano, sin tener su fuente en el mismo corazón de Cristo. Así no se acerca a los demás a Cristo, se les impide conocer a su Dios y escuchar su Palabra, pues se acaba en un psicologismo vacío. Parece que algunos quieren que la Iglesia se acerque al mundo renunciando a Dios…, y entonces deja de ser Iglesia para convertirse en una caricatura. Entonces se ama hasta que me canso, se tiene misericordia hasta que me hartan y se perdona lo que no me hacen a mi. Y eso no es de Dios.

No renunciemos a hablar de Dios, a mostrar a Cristo, a tratar con el Espíritu Santo y con el ángel de la guarda de aquellos con quien nos encontremos. No blasfememos contra el Espíritu Santo pensando que nuestro perdón es más grande que el de Dios, dejemos a Dios ser Dios que es mucho más grande que nosotros.

Pedimos a la Virgen, en este octavario por la unidad, que nos unamos pero no por las ideas, sino en torno a Cristo…., y que Él nos hable.