Con la fe que tenía en las cabañuelas, pero Filomena no llegó. Las cabañuelas son una forma de predecir el tiempo de todo el año fijándose en los días, horas, estado de las nubes, actitudes de los animales, etc. de un mes concreto y predecir el tiempo del año siguiente. Es un método muy tradicional, si no que se lo pregunten al calendario zaragozano. Y Filomena fue una gran nevada que paralizó media España el año pasado. Un joven experto en cabañuelas había predicho que el 24 de enero habría otra Filomena. Mucha gente se aprovisionó de sal, palas e incuso subieron del trastero las prendas de esquí esperando la gran nevada. Pero Filomena no llegó.

Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.

Lo despertaron, diciéndole:

«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

A los Apóstoles si les llegó la Filomena, DANA, ciclogénesis explosiva o como lo queramos llamar: una tormenta de toda la vida. Curiosamente, habiendo marineros pescadores expertos en la barca recurren al carpintero que tranquilamente duerme en popa. Parece ser que esa tormenta superaba sus conocimientos “científicos” de marinería y acudieron a aquel que les dijo: “Sígueme”.

En tu vida y en la mía habrá tormentas, sin duda. Utilizaremos nuestros recursos psicológicos e incluso podremos comprar un libro de auto ayuda y leérnoslo en una tarde. Incluso podemos tener la tentación de echar a Jesús por la borda, como si fuera un Jonás cualquiera, a ver si es la fe la que nos trae tan mala suerte. Nos ofrecerán y nos ofreceremos todo tipo de soluciones.

O bien podemos despertar al Señor. Volver a hablarle pues hace demasiado tiempo que sólo hablamos con nosotros mismos. Retomar la oración, pedir al Señor que nos ayude a descubrir cada día más la Santa Misa, preparar una buena confesión, redescubrir nuestro bautismo, caminar cada día en la gracia de Dios. Y entonces, seguramente escucharemos:

«¡Silencio, enmudece!».

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo:

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Y recuperaremos la calma y la alegría.

Ante las tormentas personales, sociales, las dudas de fe, la enfermedad, la incomprensión, el desaliento…, ante cualquier tormenta: Pide con humildad al Señor que te aumente la fe y no tengas miedo a volver a tratar con intensidad al Señor.

La Virgen María, en medio de nuestros mareos y miedos, nos lleva de la mano hasta la popa de nuestro barco y nos dice: “Haced lo que Él os diga” Tal vez no llegue Filomena, pero por si llega procuremos no salirnos de la barca de Jesús.