Precioso misterio el de la Presentación de Jesús en el Templo.

Todo varón primogénito era presentado en el Templo al Señor. Era como una deuda que el Pueblo de Dios tenía con Yahweh, que en Egipto había salvado a los primogénitos de Israel mientras que los de Egipto eran exterminados.

“Israel es mi hijo, mi primogénito” (Ex 4, 22) había dicho el Señor a Moisés. El primogénito pertenece al Señor, por eso ha de ser presentado en el Templo, donde vive la presencia de Dios y donde se ofrecen los sacrificios. Dios toma lo suyo del sacrificio, el primogénito es presentado para ser sacrificado, por eso es rescatado al ser sustituido por una ofrenda como los primogénitos de Israel fueron rescatados por la sangre del cordero inmolado en la Pascua. Las ofrendas, por muchas que fueran no bastaban, por que solo eran sustitutas del primogénito… hasta que llegara el Primogénito.

Cuando Jesús es presentado en el Templo también es rescatado, como todos los varones primogénitos, pero… se profetiza sobre El: “Mis ojos han visto tu Salvación”, “mira, este ha sido puesto…”, “…y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.”

Salvación, puesto, Redención… algún día no serán una tórtola o dos pichones los que se ofrecerán a Dios en el Templo para la redención de Israel. Algún día será el Hijo Primogénito el que se entregará y se ofrecerá en la Cruz, a cambio del primogénito, a cambio de todos los hombres que así llegarán a ser “mi hijo, mi primogénito”