LUNES II SEMANA CUARESMA

san Lucas 6,36-38

Seguimos humillándonos, nos importe, tenemos motivos de sobra… “Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti”. ¿Hace cuánto que no sentimos vergüenza? La psicología nos echará en cara el favorecer la vergüenza como un sentimiento positivo o el pensar que la culpabilidad es positiva … ¿de verdad?

Cuántas horas oyendo hablar de la autoestima, cuántos libros publicados, y escuchar conferencias y consejos sobre aprender a quererse. Es muy útil para justificar conciencias, admitir actos y actitudes que nos incomodan “un poco”, pero cuando nos encontramos con una vida que está en la basura, que objetivamente no tiene un agarradero donde cogerse, porque día tras día ha ido perdiendo a su familia, a sus amigos e incluso a sí mismo y que ha llegado a ser una sombra de su pasado, de nada sirve decirles que se quieran, pues no quisieran su estado ni para su peor enemigo.

Lo que tienen que hacer es sentirse queridas, no por lo que tiene, sino por quiénes son. 

Tenemos a Dios en nuestras manos y lo comulgamos todos los días, pero seguimos “enganchados” al bienestar con repugnancia a la cruz, Recibimos el perdón de Dios y lo comunicamos en nombre de toda la Iglesia, pero seguimos intentando robar de los demás prestigios o prebendas …

 “Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados… pues estamos agotados”. No es falta de autoestima ni complejo de culpa, es la realidad: Dios nos quiere, aunque seamos pecadores … “nuestro Dios es compasivo y perdona”; no se enorgullece del pecado de sus hijos, pero seguimos siendo sus hijos.

¿A quién vamos a condenar?, ¿A quién vamos a juzgar? ¿A quién vamos a medir? ¿A quién no vamos a perdonar? … María, madre de los dolores, ayúdanos a llorar un poco más y a “querernos” un poco menos.