Lunes 28-3-2022, IV de Cuaresma (Jn 4,43-54)

«Jesús mismo había atestiguado: “Un profeta no es estimado en su propia patria”». La liturgia de la Iglesia reserva la lectura del Evangelio según san Juan para los momentos importantes. Durante el tiempo ordinario se leen de corrido los tres Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas); y sólo se proclama el de Juan en Navidad, Pascua, y el último tramo de la Cuaresma que hoy comenzamos. Esto ya nos indica que nos adentramos en unos días importantes, en los que conviene intensificar la oración y la vigilancia para no perdernos un detalle. La semana más grande para los cristianos ya se acerca… Desde hoy en adelante, las lecturas de la Misa nos van a ir introduciendo en el misterio del rechazo del mundo a Dios, personificado en el rechazo de los judíos a Jesús. Dios –como dice el prólogo de este mismo Evangelio– «vino a su casa, y los suyos no lo recibieron». Es el misterio del mal, del pecado, de la oposición que conducirá a Jesús a la hora suprema de la Cruz.

«Jesús le dijo: “Si no veis signos y prodigios, no creéis”». Ante la presencia de Jesús no se puede permanecer indiferente. Todo el Evangelio es una llamada a tomar partido, a favor o en contra, en una decisión que implica la vida entera. Se nos habla de milagros, parábolas, multitudes, aclamaciones, discursos… pero tarde o temprano todos los personajes que aparecen tienen que tomar una decisión: o rechazan la salvación que Cristo les ofrece o la acogen con una radicalidad total. Aquí no caben las medias tintas, “poner una vela a Dios y otra al demonio”. La fe no es una cuestión intelectual más como las que se debaten todos los días. La fe no es una opción más entre tantas posibilidades. La fe es una elección fundamental que cambia la vida. Y por eso Jesús pone a aquel funcionario real –y a cada uno de nosotros, en esta Cuaresma– ante la pregunta radical de la vida: ¿admites sólo lo que puedes ver, tocar y sentir; o crees confiado y apoyado en la palabra del Señor?

«El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino». El funcionario real dio una respuesta al Señor. Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús. Y –como nos narra el Evangelio– por eso se puso en camino. En este funcionario tenemos un auténtico ejemplo de fe. La fe no es el final de la historia, el punto de llegada, sino el comienzo de una aventura apasionante. Creer implica ponerse en camino, no quedarse cómodamente donde en el sitio. Por eso hoy, a menos de dos semanas del Domingo de Ramos, el Señor Jesús te vuelve a preguntar por el sentido fundamental de tu vida: ¿hacia dónde caminas? ¿de quién te fías? ¿qué alimenta tu vida? Estamos de nuevo ante esa decisión: los judíos rechazaron a Jesús, los discípulos creyeron en él. Y tú, ¿qué camino tomas?