Hay palabras que están gastadas de tanto usarlas. Hay palabras que están gastadas de tanto disfrazarlas. Hay palabras que, de lo mal que sean han usado, parecen haber desdibujado su significado. Una de ellas sin duda ha sido la palabra libertad. Ya en la antigüedad los filósofos querían domesticarla, hoy más que domesticarla pretendemos disfrazarla de cualquier cosa.

Para muchos hoy la liberta es simplemente poder elegir lo que me dé la gana cuando me dé la gana, sin embargo, ¿no es acaso esclavo de lo que le apetece el que piensa así? No sé ustedes, pero en mi caso, mis apetencias no son nada consistentes, podría incluso desear a la vez una cosa y su contraria, triste libertad sería sucumbir a los desvaríos de mis deseos, sin embargo…

Los judíos que escuchan a Jesús hoy se sienten ofendidos cuando el Maestro les dice que la Verdad les hará Libres, porque ellos ya se sienten libres, ellos ya se creen libres, puesto que, como indican, no tienen la condición legal de esclavos… y calificarlos como tales puede entenderse verdaderamente como una provocación o un insulto. Los judíos tienen la piel muy fina cuando escuchan a Jesús, rápido se ofenden, pero Él parece no perder nunca la compostura.

Sin embargo la condición legal no recoge la realidad de la vida, igual que las leyes no expresan lo bueno o lo malo, simplemente recogen lo legal. Como decía, el no ser legalmente esclavo no es garantía de ser libre, de hecho siempre me ha sorprendido la reflexión de aquel preso que, en la cárcel, está tan encerrado el preso como el carcelero, que en la vida está tan atado el perro como el dueño que lo lleva así sujeto… A la luz de las lecturas podríamos preguntarnos quién es más libre Nabucodonosor o los tres jóvenes que arroja al horno, parece claro que los tres jóvenes.

Así que al escribir estas letras se me ocurría gritarle al Señor, que yo también quiero ser libre, quiero perderlo todo para ganarlo Todo, quiero descubrir la Verdad del Evangelio, la Verdad de Cristo, la única que nos permite ser libres verdaderamente.