Lunes santo, comenzamos una semana -nunca mejor dicho-, apasionante. He comenzado en la parroquia mi personal cruzada ( de vez en cuando me dan estas cosas), para separar las palabras: “Vacaciones de” y “Semana Santa”. Hemos comenzado la Semana Santa, no una vacaciones. Es cierto que algunos no tendrán que ir a trabajas, a la escuela o a la Universidad, pero eso no significa que sean unas vacaciones para los cristianos. La Iglesia somos el cuerpo de Cristo, y ese cuerpo lo veremos roto y entregado para nuestra salvación. Además si nos acostumbramos a decir vacaciones de Semana Santa, acabarán llamándolo vacunes de primavera y nos conformaremos con que nos han quitado la santidad… ¡pero nos quedan las vacaciones! Si nos quitan la santidad nos quitan al Santo de los Santos, nos lo quitan todo ¿para qué quiero unos días libres?

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:

«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».

Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.

Comenzamos la semana descubriendo a Judas. Ayer le dio un beso al Señor en el comienzo de la Pasión. Hoy nos enseña su “opción preferencial por los pobres” más comprometida, profunda y radical que la del propio Jesús. A pesar de lo claro que lo deja el Evangelio de hoy parece que el argumento de Judas ha triunfado en muchas ocasiones.  A veces sólo hay que ver cómo están los cálices, las patenas y los sagrarios de muchas iglesias con capas de mugre y de óxido encima, con la excusa de que no se pueden gastar dinero en “esas cosas”. Sinceramente limpiar no es muy caro. Y aunque el cáliz esté asqueroso no se renuncia al sueldo, ni a las vacaciones… por amor a los pobres. No es por maldad. Son excusas que se nos han quedado en el corazón. La semana santa es buen momento para ayudar al párroco y ofrecerse a limpiar cálices, patenas, sagrarios, manteles…, seguro que lo agradece.

«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis»

Pero salgamos de la sacristía. Todos podemos poner estupendas excusas para que esta Semana Santa sea una más, dejar que se nos escape de entre las manos y lleguemos a la Pascua sin más alegría que un topo, con expresión popular: sin pena ni gloria. Sería una pena. Los “malos” buscan cómo matar a Jesús y nosotros le dejamos sólo. Es cierto que merecemos unos días de descanso, que tal vez estemos fuera de nuestra casa unos días, que estamos con la familia o que tengo sueño. La semana Santa se convierte en vacaciones sin Dios o con alguna pincelada piadosa.

Ojalá no. Ojalá abramos los ojos y “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.” El mundo necesita que los bautizados nos unamos a Cristo, pidamos su paz, su justicia, su gracia para nosotros y para todo el mundo…, lo vemos día a día. Vivamos esta semana junto al Santo, en familia, en nuestra casa o fuera…, pero con Cristo.

Me estoy alargando. Hoy tenemos que elegir: ¿Quiero pasar esta semana con Judas o con Maria? Decidámonos y actuemos en consecuencia. Sin excusas.