Este Santo Triduo me vais a permitir que no me ciña tanto a las lecturas sino al sentido del día. Así, cada uno tendrá el simple nombre del día.

Jueves: Jesús está inquieto hasta la muerte, para eso ha venido, para esta hora. Sus discípulos siguen ajenos a lo que ocurre en el corazón de Cristo. Esta mañana -aunque en muchas Diócesis se hace unos días antes-, el Obispo ha bendecido los oleos y consagrado el crisma. Cientos, miles de bautizados recibirán ese Santo Crisma a lo largo de este año…, y también seguiremos ajenos a lo que asa en el corazón de Cristo .

Mientras los Apóstoles preparan la fiesta,Judas ya ha ultimado su traición. El Sumo Sacerdote, los escribas y los letrados planean ya el prendimiento de Cristo, preparan a los guardias y empiezan a convocar la reunión de urgencia para juzgar al justo. También hoy presenciamos a muchos que se reúnen para preparar la guerra, para organizar abortos, para acabar con la vida de ancianos y enfermos. Preparan sus ejércitos, sus maquinaciones y sus estrategias…, y nosotros seguimos de fiesta, incluso tal vez simplemente de vacaciones. Sólo Jesús conoce el corazón de cada hombre, sólo Él será el juez.

Comienza la cena, el ambiente, aunque algo tenso y extraño, es festivo. No están celebrando la situación político eclesial del tiempo. Están celebrando la Pascua, el paso de la liberación de Egipto, de esclavos a libres. Jesús, aunque con el corazón en un puño, participaría de esa alegría: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Nadie sabe que será la última Pascua y comenzará la nueva Pascua, el paso de la muerte a la vida, del pecado a la Gracia por la muerte del único Cordero que quita el pecado del mundo. También hoy en nuestras parroquias celebramos la Eucaristía. Tal vez no seamos conscientes que mañana y pasado no habrá el Santo Sacrificio en ningún lugar del mundo católico, tal vez ni tan siquiera la echemos de menos. La próxima Misa será la Nueva Pascua con Cristo resucitado. Centrémonos hoy en la Misa, disfrutemos, alégreoosnos en el Señor que en medio de las guerras, las violencias, las pobrezas, las enfermedades se hace presente y se hace alimento: “Tomad y comed esto es mi Cuerpo,…, Tomad y bebed esta es mi sangre”.

De pronto Jesús se levanta, se ciñe la toalla y se pone a hacer el trabajo de un siervo. Él no ha venido a ser servido, sino a servir. Se pone a los pies de sus discípulos y los enjuga con agua y los seca con una toalla. Tal vez se acuerden de la casa de Simón donde no le lavaron los pies y una mujer pecadora los regó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. El santo se pone en el lugar de los pecadores, el Rey donde el siervo. Pedro se rebela, no lo entiende, aunque ya sabe que muchas veces no entiende a su Maestro y al final se dejará hacer. ¡Cuántas veces nos rebelamos ante un Dios que se pone a servir! Queremos un Dios poderoso, omnipotente…, que se ponga a nuestro servicio. No entendemos a un Dios que se da a conocer en un poco de pan, en el débil, en el indefenso, en el pobre, en el que sirve. Digamos de corazón en el Padrenuestro: ¡Hágase tu voluntad!, aunque no la entendamos.

Judas ya no está, ya ha consumado la apostasía. Jesús y sus discípulos marchan al huerto de los Olivos cantando salmos y continuando la fiesta. Jesús se aporta un poco de ellos con Pedro, Santiago y Juan y se pone a rezar al padre. Los Apóstoles se duermen. ¡Cuántas veces nosotros dormimos y Dios sigue haciendo por nosotros! No se cansa de tener paciencia y misericordia, aunque le cuesta sudar sangre. Y nosotros dormimos. Tú y yo ¿podremos velar al menos una hora?

De pronto aparece Judas con los guardas y con un falso beso comienza la pasión. ¡Cuántos besos falsos te he dado, Dios mío! Sra sin  momento de desconcierto todos, pensando en su propia seguridad, huyen y dejan a Jesús solo. ¡Cuantas veces, Señor, he pensado antes en mí que en Ti! Te he dejado sólo porque tenía demasiado que hacer, cosas muy importantes que realizar…, y sólo una cosa era importante.

Comienza la Pasión. Esta noche ¿te dejaremos sólo? ¿tendremos miedo del juicio de una portera? ¿Dormiremos y ya nos enteraremos mañana de que ha pasado? No, Jesús, hoy no quiero dejarte sólo.

María estaría siempre cerca, uniendo sus dolores a los de su Hijo. Déjame María acompañarte hoy, a pesar de mis frecuentes cobardías, unirme -al menos hoy-, a la Pasión de tu Hijo que cargó con nuestros pecados. Llega el viernes.