La Pasión ya ha comenzado. Jesús es llevado como un pelele de un lugar a otro. Ante la mentira calla, ante verdad se muestra el que es camino, verdad y vida. Abofeteado, escupido, despreciado,, golpeado…, por a poco el cuerpo del Señor se va volviendo una llaga, la sangre va cubriendo su rostro y su cuerpo, no hay parte ilesa en su carne . Es llevado de casa de ciarás Pilatos, luego a Herodes, de vuelta a Pilatos. La muchedumbre grita ¡Crucifícale, crucifícale! y creen que han conseguido su objetivo. Y Jesús casi siempre calla. Nadie sospecha que ese hombre se entrega voluntariamente, que bajo esa debilidad está todo la fuerza de Dios. se entrega porque quiere, porque nos quiere. Sus heridas nos han curado, sus manos atadas nos han liberado, su silencio se vuelve la palabra mas elocuente, su condena nos salva.

Por fin le entregan la cruz. Se abraza a ella y paso a paso  se abre en la historia una nueva Pascua. Ya no somos liberados del faraón de Egipto, sino del señor del mundo y del pecado. Ya no nos una una columna de humo, sino que nos guía el mismo Dios encarnado. Ya no se levanta una serpiente de bronce en el desierto, sino que es Dios mismo el que es levantado para salvarnos. Ya no tendremos que comer el maná sino que nos dará su propio cuerpo como alimento. Ya no caminaremos hacia una tierra prometida, sino hacia el cielo. Esa nueva Pascua está unida a la cruz, y la cruz pesa y Jesús cae para que nosotros nos levantemos.

Un cierto Simón de Cirene es reclamado para llevar la Cruz. Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti, nos dirá San Agustín. Pero la salvación es de Dios. De nada valdría intentar hacer nuestra propia cruz si no está Cristo en ella, sólo sería un instrumento de tortura. Pero su yugo es llevadero y su carga es ligera. Simón cargó el leño, Jesús seguía llevando sobre sí el peso de los pecados de todos los hombres, de los tuyos y los míos, y eso pesa más que el madero. Ojalá seamos cirineos y nunca nos apretemos de Cristo.

Los soldados extienden el cuerpo de Jesús sobre el madero. Estiran sus brazos, rompen tendones y articulaciones para poder clavarlo en la cruz. Jesús abre sus brazos para que quepa en ellos toda la humanidad. Deja que claven sus pies para que sepamos que no se va a ninguna parte sin nosotros. Es elevado sobre la tierra para abrirnos el cielo, todos somos, un poco, el buen ladrón. 

Sufre sed como sintió sed junto al pozo de Sicar y la samaritana conoció quién era el agua viva. Le han quitado las ropas, la dignidad, le van arrancando la vida. En lo alto del madero sólo le queda su madre…, y también la entrega al discípulo fiel. Cuando pensábamos que ya no nos podía dar más nos regala a su Madre. Y su Madre nos acoge como Madre, al inocente por los culpables, al Santo por los pecadores. Gracias María.

Todo está cumplido. Un grito que llega hasta su padre del cielo. En la tierra todo se hace silencio. Silencio descontando el cuerpo de Jesús, silencio al ponerlo en los brazos de su madre, silencio llevando ese cuerpo sin vida hasta un agujero excavado en la roca, silencio en el sepulcro. Silencio en la tierra y algarabía en el cielo. Los muertos son liberados, las almas de los justos corren hacia aquel que, siendo Dios, no dudó en hacerse hombre para nuestra salvación.

El cielo está de fiesta, tu y yo en silencio. espera, confía, no te apartes de María.