“Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo”. Las obras van por delante de las palabras. Antes de invitarles a que sean servidores unos de otros se hace su servidor. Cuántas veces los cristianos lo hacemos al revés, primero las palabras y después, no siempre, los hechos. Algo que nos hace perder credibilidad. Siempre ha sido así, pero ahora es particularmente acuciante la necesidad de ser testigo, se escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o, si escucha a los maestros es, precisamente por ser. San Agustín, si nos dejamos, nos pregunta también hoy: “¿Qué pensar de los que se adornan con un nombre y no lo son?, ¿de qué sirve el nombre si no se corresponde con la realidad? (…). Así, muchos se llaman cristianos, pero no son hallados tales en realidad, porque no son lo que dicen, en la vida, en las costumbres, en la esperanza, en la caridad.” (Comentario a la 1º Epístola de San Juan). Las personas que viven con nosotros ¿pueden descubrir con facilidad a Cristo en nuestra vida, quizá deben “rebuscarle” entre nuestras palabras? Con su peculiar ironía, escribía C. S. Lewis en “Cartas de un diablo a su sobrino”: “Todo tipo de virtudes pintadas en la imaginación o aprobadas por el intelecto, o, incluso, en cierta medida, amadas y admiradas, no dejarán a un hombre fuera de la casa de Nuestro Padre: de hecho, pueden hacerle más divertido cuando llegue a ella”.

“En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”. El servicio es el primer testimonio del discípulo de quien no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida para la redención de muchos (cf. Mc 10, 45). Además, el Señor les dice que serán dichosos si lo hacen ¿Qué tendrá el servicio, que entenderlo y vivirlo supone la felicidad? Es ante todo un programa de vida. No vivir para uno mismo, sino para los demás. Supone una actitud general de pensar en los demás, en los otros, siempre. Salir de uno mismo para darse porque sí. Si sólo me doy cuando lo hacen conmigo, cuando me ven, cuando me mandan… eso sería servilismo ¡Y el servilismo incapacita para ser persona, para darse uno mismo!

María es maestra de servicio. Tras la anunciación podía haberse quedado en Nazaret contemplando el misterio que se ha realizado en ella. Sin embargo, “con prontitud” se pone en camino para ayudar a su prima. La presencia de su Hijo en sus entrañas le hace ponerse en marcha, no le permite volcarse sobre sí misma. La primera respuesta al don es la disposición al servicio. Ser para los demás. Por eso María responde con “prontitud”.

Le pedimos a la esclava del Señor que no ayude a hacernos cada día más generosos en el servicio.