Si hoy en día hay una palabra profanada en su sentido más profundo es la palabra libertad. Nuestra sociedad posmoderna la circunscribe a la concepción progresista, que básicamente resume ser libre en pensar y opinar lo que las posiciones de corte izquierdista defienden, cualquier otro atisbo de reflexión discrepante será considerado, sin ningún tipo de escrúpulo, como una imposición autoritaria, pensamiento retrógrado, cuando no fascismo… No sé si hay algo más contrario a la verdadera libertad.

Las lecturas de este domingo tienen como hilo conductor el de la libertad, pero en su vertiente más auténtica, la decisión por la propia forma de vivir, el tomar estado que decían los maestros espirituales del XVI, elegir en definitiva quien quiero ser, que se manifiesta de forma inopinable en lo que hago.

Si comenzamos por la segunda lectura, San Pablo en su carta a los Gálatas, habla de la libertad como la esclavitud del amor. Ser libre no significa no estar atado, no vincularse, eso es imposible para el ser humano, porque habiendo sido creado a imagen de Dios, necesariamente se manifiesta y desarrolla en relación, en diálogo, en comunión. Nadie puede alcanzar su mejor versión aislándose completamente de los demás, es simplemente imposible. Pero aislarse de los demás no significa sólo no relacionarse, incluye también servirse de ellos o usarlos, cualquier tipo de relación que no se mueve en las coordenadas del amor verdadero no responde a la libertad y a la esencia del ser humano.

Así que, siguiendo a san Pablo y la definición de la libertad  como esclavitud en el amor, vemos cómo el relato de la vocación de Eliseo, y el breve fragmento del evangelio de Lucas que la liturgia nos propone hoy se muestran como cristalinas respuestas al desafío de la libertad para el ser humano.

El relato de la vocación del profeta Eliseo es alucinante. Eliseo se encuentra inmerso en su actividad cotidiana, en su trabajo, el texto dice que iba arando con 12 yuntas de bueyes, con lo que Eliseo debía ser un agricultor de características sobrehumanas, porque no sé ustedes, pero para mi llevar una yunta de bueyes sería suficiente. Y sin embargo, cuando Elías lo llama, con un gesto sencillo como es ponerle el manto, Eliseo, rompe con su vida y se pone a su servicio. Es ciertamente un expresión de locura, o mejor una expresión de libertad. El sacrificio con el que certifica su cambio de vida, ponerse en camino queda sellado en la comida con los suyos, signo verdaderamente profético de la entrega de la vida, de la opción por la esclavitud en el amor.

En el relato de Lucas, ocurre algo similar. En un primer lugar es Jesús el que toma una decisión trascendental en su vida, que podría pasar desapercibida: «Tomó la decisión de ir a Jerusalén». No es algo irreflexivo, no ha decidido ir de vacaciones a Torremolinos, no. Jesús en esa decisión está asumiendo todo lo que implica en su destino Jerusalén, está asumiendo su propio futuro, está haciendo realidad su vocación de servicio, ha optado, él también, por la esclavitud del amor.

Y desde su libre decisión le salen diferentes personas al encuentro en el camino, paradigma de lo que a nosotros nos pasa, de nuestras reacciones, cuando en la puerta de la vida nos encontramos con su invitación a la libertad. La reacción de Santiago y Juan imponer a los demás lo que es bueno. El peso del pasado, el apego a lo material, la necesidad de seguridad… en definitiva todo aquello que nos esclaviza, que no nos deja ser verdaderamente libres, que no nos deja vivir en clave de libertad: esclavos del amor.

Cuando escuchamos hoy que en Madrid hay censados más perros que bebés, podemos entender bien como el ser humano está profundamente necesitado de relación, necesitado de amor, pero la comodidad y la falsa sensación de libertad que le da vivir sin vínculos verdaderos, sin compromisos estables dejan al descubierto que cualquier cosa le vale, que ha decidido beber en los charcos, y mantenerse cómodamente en la poltrona de su propio egoísmo, esclavo de sus deseos más superfluos y que le enajenan de su auténtica identidad. Porque está llamado a realizarse, a ser libre en la esclavitud del verdadero amor, esclavitud que se desarrolla en la entrega de la propia vida, en el compartir generoso del propio ser, en la fecundidad de las relaciones que nos definen.