El Señor avisó a sus discípulos que serían odiados a causa de su Nombre. Del amor al odio hay una amplia gama de sentimientos: indiferencia, condescendencia, desprecio, antipatía, … Los cristianos no podemos devolver mal por mal. Al contrario, lo que nos dijo el Señor fue: amad a vuestros enemigos. Lo que no dijo fue: escondeos, disimulad, aguad el mensaje, sed políticamente correctos, hablad solo de cosas que gusten, dejad que los criterios del mundo marquen vuestro discurso, intentad siempre caer bien a todo el mundo, haceos perdonar ser cristianos, amoldaos al mundo presente… El lenguaje del Señor es de todo menos políticamente correcto. «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas». Ovejas, lobos, serpientes, palomas. Así es el mundo en el que vivimos aunque nos empeñemos en hacer de él un amable parque de Disney permanente. Da la impresión de que queremos que este mundo sea un paraíso sin necesidad de la Cruz. Está bien practicar el amor y la tolerancia pero no ser ingenuos. «¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer… para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles». ¿Testimonio de que? ¿o de Quién? Por eso «cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros»