Es algo parecido a lo que sucede con un reloj de arena al que le damos la vuelta y vemos cómo empieza a caer la arena lentamente mientras el aire que había dentro sube ocupando su lugar. Ha llegado su fin.

Se puede decir que hoy en el evangelio vemos ese momento en el que sucede algo parecido en la vida de Jesús; por un lado, los fariseos y sus enemigos que estudian la manera de acabar con él, toman la decisión de quitárselo de encima y por otro lado, simultáneamente todo el pueblo acude a él buscando encontrar la salvación y la paz. Es un contraste extraordinario: el rechazo radical de las clases dirigentes y la adhesión absoluta del pueblo sencillo.

Así Jesús cumple la vocación del profeta, ésta que estaba descrita en el cántico del siervo de Yahveh: “Mirad a mi siervo a quien sostengo, mi elegido alguien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu”. Es el mesías, elegido de Dios en sentido literal y ha recibido esta unción para anunciar la buena noticia a los pobres, para llevar a los oprimidos la liberación, para llevar a los que tienen los corazones destrozados la misericordia y la ternura de Dios.

Y no le frena en esta misión ni siquiera el saber que a cada paso y a cada segundo él mismo se está cavando poco a poco su propia tumba. Porque su amor por nosotros, su compasión por el pueblo querido que su padre le ha señalado es muy superior al temor de ser rechazado y de que le arranquen esta vida mortal sus enemigos.

Hoy que celebramos en casi todos los lugares del mundo de la memoria de la bienaventurada virgen María en la advocación del monte Carmelo; nos reconocemos como esta multitud necesitada y acudimos a Maria con la certeza de que ella como madre y maestra nos acogerá también como hijos y discípulos en su casa. Ella es refugio de pescadores auxilio a los cristianos salud de los enfermos, es decir poderosa intercesora en favor nuestro ante su hijo Jesús.

Le pedimos a ella que nos lleve a Jesús su hijo, el mesías esperado por los hombres, para alcanzar de su corazón la misericordia y la salvación que anhelamos.