Este año la solemnidad de Santiago es Año Santo Jacobeo, aunque no coincida en domingo, porque el Papa Francisco decidió prorrogar el Año Santo Jacobeo 2021 durante el año 2022 en atención a las extraordinarias circunstancias provocadas por la pandemia del Covid19. Aprovechemos este tiempo de gracias extraordinarias. También muchos estarán culminando su peregrinación a la tumba del Apóstol en Santiago de Compostela. Un camino que no es sólo hacer físicamente unas etapas, sino también una especial ocasión de conversión. De convertirnos en apóstoles de Jesús y como aquellos primeros dar “testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor” (Hch 4,33).

En este tiempo en que vivimos hemos de dar testimonio con mucho valor. No son tiempos sencillos, ningunos lo son, pero son tiempos apasionantes. Nunca como ahora la vida humana más frágil ha sido tan atropellada, precisamente en nombre de una pretendida libertad que se ha desentendido de la verdad y de la dignidad de la persona humana. Con cuanta fuerza denunciaba esta situación San Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium vitae, respecto a la vida de los no nacidos y quienes están al final de su vida biológica o “con su enfermedad, con su minusvalidez o, más simplemente, con su misma presencia pone en discusión el bienestar y el estilo de vida de los más aventajados, tiende a ser visto como un enemigo del que hay que defenderse o a quien eliminar. Se desencadena así una especie de conjura contra la vida” (n 12). Pero Dios cuenta con la vida de cada uno para dar testimonio de la verdad con la propia vida y defender a los más débiles. Cada persona a lo largo de la historia ha sido colocada en el tiempo en que le correspondía de acuerdo con el plan soberano de Dios, por esos son ¡nuestros tiempos! ¡Cristo cuenta con cada uno para anunciar sin miedo la verdad! Un tiempo en que no podemos andar con “componendas con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es Verdad, no hay componendas. La vida cristiana requiere, por así decirlo, el «martirio» de la fidelidad diaria al Evangelio, el valor para dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Cristo quien dirija nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto puede suceder en nuestras vidas solo si es sólida la relación con Dios (Benedicto XVI, audiencia 29-8-2012). Es verdad que Dios tiene su tiempo. Cristo, y no el hombre, “ha sido constituido por Dios juez de vivos y muertos” (Hch 10, 42), Señor y el Juez de la Historia.

A Santiago, junto a su hermano Juan, Cristo les anunció que participarían en la pasión de Cristo en el martirio. “Mi cáliz lo beberéis”. “Todos los tiempos son de martirio. No se diga que los cristianos no sufren persecución; no puede fallar la sentencia del Apóstol (…): todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución (2 Tim 3,12). Todos, dice, a nadie excluyó, a nadie exceptuó. Si quieres probar si es cierto ese dicho, empieza tú a vivir piadosamente y verás cuánta razón tuvo para decirlo” (San Agustín, “Sermón 6,2”).

Con la mirada puesta en la tumba del Apóstol Santiago, pidámosle más audacia a predicar sin miedo la palabra de Dios.