LUNES XX TIEMPO ORDINARIO. LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

“La Virgen de Agosto,” así se llama en muchos pueblos y lugares este día de la Asunción. La verdad es que agosto está lleno de fiestas de nuestra Madre, pero ésta parece especial: La Virgen es elevada en cuerpo y alma a los cielos sin conocer la corrupción del sepulcro como anticipo de lo que la Iglesia, lo que cada uno de nosotros está llamado a ser el día de la resurrección universal.

El documento a los obispos de la Iglesia Católica “sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo”, que publicó la “Congregación para la Doctrina de la Fe” dice: “Hace falta romper, pues, esa lógica del pecado y buscar una salida, que permita eliminarla del corazón del hombre pecador”.

Muchas veces miramos, medimos y valoramos nuestra vida desde la óptica del pecado. Somos pecadores y para ser santos hace falta violentar nuestra naturaleza. Así, los sinceros, los piadosos, los castos, los sufridos, los generosos, los honrados, los que aman la pobreza, etc., se convierten en “los raros.” Y, claro está, ¡nadie quiere ser raro!

Ciertamente sería absurdo negar la existencia del pecado, pero, en la Virgen, Dios nos demuestra quiénes somos realmente, y a qué estamos llamados. Lo “raro” es el pecado, nace del príncipe de la mentira y es, por tanto, radicalmente falso, una ilusión. Por mucho que abunde, por mucho que nos rodee o nos oprima: ¡es una mentira! 

Muchas veces oímos: “El adolescente no puede ser casto”. El adolescente no sabrá quién es, pero si descubre que es hijo de Dios por el bautismo, que su cuerpo es “templo del Espíritu Santo,” que está llamado a expresar con su cuerpo el amor a la persona amada,  valora su sexualidad como transmisora de vida fruto de la entrega consciente y responsable, y considera su cuerpo como lugar privilegiado de relación con los demás y con Dios…, entonces, ese adolescente será casto. Y no es tan difícil de entender … hemos sido creados por Dios, salimos de sus manos y estamos llamados a volver a él, como María.

Igualmente le pasa al empresario que cree que no se puede ser honrado, al vendedor que piensa que no se puede ser sincero, al egoísta que se cree que no se puede ser piadoso, al hombre de fortuna que piensa que no podrá vivir la pobreza. 

Santa María es la prueba palpable de quienes realmente somos, lo otro: ¡Mentira! Pero, si alguna vez nos dejamos engañar y vivimos en un mundo de ilusión, buscamos la misericordia entrañable, palpable y real que brota del costado de Cristo y nos entregamos en el sacramento de la confesión … “saltaremos de gozo” y repetiremos: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador …”.