san Mateo 20, 1-16

“Cuando oscureció el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal”. ¿Qué hubiera pasado si alguno de los jornaleros a media mañana o al comienzo de la tarde se hubieran ido a comprar tabaco y no hubiera vuelto?

El Señor nos quiere en el sitio que nos pone, y quiere que seamos fieles. La fidelidad no está de moda, se habla muy bien de ella mientras no haya que vivirla hasta sus últimas consecuencias. 

Dice Jesús: “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.” El buen Pastor es solamente el Señor, y los demás lo seremos en tanto en cuanto sea Él el que actúe por nosotros. No sólo vamos a pensar en los sacerdotes, tenemos en cuenta a los padres y las madres, religiosos y consagradas, a los maestros, a los amigos, los abuelos y todos aquellos y aquellas que pueden ser llamados por Cristo para enseñar a los otros el camino hacia el cielo.

A veces pensamos que nos faltan medios o capacidad … ¿Podemos rezar? Pues tenemos, entonces, todos los medios y toda la capacidad necesaria. Y en la oración hay que ser fieles, hasta que el Señor nos llame a su lado. El que ora, y es constante en su oración, hablará con la boca y con los actos. Los demás descubrirán en él a Cristo, al buen pastor, y le seguirán para llegar a Jesús. 

El que no reza siempre estará preocupado de la falta de medios o de fuerza, tendrá que hacer a su alrededor una campaña de “marketing” para caer bien y siempre estará preocupado de lo que los demás piensen de él o de no defraudarles. El hombre de oración no se preocupa por su imagen, pues la única imagen que quiere mostrar es la de Cristo, ni por sus fuerzas, pues tiene la fortaleza del Señor, ni por lo que digan de él ya que el único juicio que le importa es el de Dios.

Nos ponemos a los pies de la Virgen y dejamos que sea su Hijo, el buen Pastor, el que actúe en nuestra vida.